Revista Diario

Oye mi balido

Publicado el 19 septiembre 2012 por Rizosa
Tengo un problema con las hormigas.  La ventana de mi dormitorio está pegada a la jardinera del balcón, por lo que para ellas es muy sencillo a la par que interesante desviarse de su camino habitual entre florecillas para darse un voltio por mis dominios.  El caso es que desde hace varios meses las hormigas me invaden. Y no son hormigas normales, de las de toda la vida, no. Son mini-hormigas. Hormiguitas pequeñas y porculeras que encima no van formando una fila como las demás, sino que trabajan en solitario y van cada una por su cuenta a donde les sale de las antenas.
El caso es que en un principio creí que la culpa era mía, por zampar gofres delante del pc y llenarlo todo de migas o por dejar el papel de las magdalenas en la papelera de mi cuarto, pero no. Observándolas bien me he dado cuenta de que ellas no buscan comida ni se mueven por ansias de recolectar provisiones para el invierno ni nada. Es como si estuviesen aquí por joder. Se pasean, dan vueltas, se me suben por el monitor del pc, por los brazos, vienen a verme a mi cama cuando estoy leyendo, se esconden en los cajones de mi mesilla de noche y se quedan meditando en lo alto del teclado. LES GUSTA MI CUARTO Y LO HAN HECHO SUYO, y yo soy su mascota. 
Cuando me di cuenta de su llegada me puse manos a la obra: primero hice lo que todo ser humano y ovejo haría en tal situación: inundarlo todo de insecticida. Al no ir en fila y no tener muy claro por donde se me cuelan en el cuarto, eché fluflús de aquel por todas partes y casi muero intoxicada. Pero esa noche dormí tranquila, pensando que la pesadilla habría terminado. A la mañana siguiente descubrí que no. Las hormigas seguían aquí, y yo pasé al plan B: artillería pesada. Cogí esa especie de matahormigas en gel que es como el Chuck Norris de los matahormigas, y eché unas gotitas junto a la ventana. Y así fue como por fin me deshice de ellas.
Por dos días. 
Creo que estas hormigas son radioactivas o algo, porque sobrevivieron y volvieron a la carga poco después y además con más ganas de cachondeo que nunca. Cada vez había más, y por un momento llegué a pensar en rendirme y aceptar que soy una invitada en el piso de las hormigas. Empecé a pedirles permiso para sentarme en su escritorio, para usar su pc y ponerme su ropa. Luego ya les leía El Principito antes de irnos todas a dormir, y ellas empezaron a darme mi paga semanal cuando cogieron más confi.
Pero el caso es que yo necesito mi espacio. Ellas no lo ven así y me dicen que cuando sea madre lo entenderé, pero quiero tener mi cuarto propio.  Además, qué narices, que son muy majas pero me las imagino correteando sobre mi cuerpo ovejil mientras duermo y me da como cosilla. Que no es por ser tiquismiquis, pero eso en mi pueblo se llama ser unas stalkers.
Así que ayer mismo expliqué mi problema en twitter y os pedí ayuda y consejo para derrocarlas, y entre remedios caseros varios alguien me dijo que la situación requería ponerme seria y hacer uso de la sabiduría adquirida en Poniente. A veces una oveja tiene que hacer lo que tiene que hacer. Y de este modo unté en brea una cabeza de hormiga, la clavé en un palillo de dientes y la puse a la vista de todas, encima del escritorio. SANGRE Y FUEGO, PUERCAS. OÍD MI BALIDO.
Es la guerra. En el Juego de Habitaciones o ganas, o mueres. Y yo no pienso mudarme de cuarto.

Oye mi balido

BALAR MORGHULIS. Y LAS HORMIGAS TAMBIÉN.




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