Recuerdo al pobre Manolo, un compañero de seminario en Sevilla, que no podía conciliar la siesta sin digitalizarse el miembro por vía de manola; esto es, sin cascársela a modo. Todo el pasillo estaba al cabo de la calle de sus onanistas azacaneos por tratarse Manolo de individuo nada entregado al silencio, virtud monástica que él no practicaba, al menos en el punto y sazón del personal y solazado corrimiento. De manera que, en torno a las tres menos doce, cada seminarística tarde oíamos –aterrados al principio, ufanados a la postre- los inefables gemidos, ayes, endechas y gozosos motetes de aquel nuestro tan comunicativo condiscípulo, tenor alto en la capilla musical del palacio de San Telmo, como bien pudimos más luego comprobar.
Advenida la Santa Cuaresma, percibimos de qué modo Manolo mitigó sus goces… las primeras ferias; porque, en habiéndole desaparecido de la frente la mancha cenicienta del casto miércoles, tornaron a resonar sus idílicas y agradecidas vocalizaciones (creo recordar: siempre en “a”), sin duda alguna prefiguración y anticipo de las pascuales albricias.
Ni me detengo a contar cómo celebraba la Pascua. Criaturita.
De todos y todas son conocidos los benéficos efectos relajantes, es más, hipnóticos de la gallarda o paja común; a condición, claro está, de que uno se cale –presto- el edredón hasta las orejas, cierre los ojos y no vaya al baño a depositar el malhadado clínex en la papelera; puesto que, entre ida y venida, se habrán pasado los efectos letárgicos del meneo. Moraleja: deja el pañolito ahí, que ya tendrás tiempo de reciclarlo.
Agrúpanse las pajas en dos géneros básicos que, a tenor del resultado final, son los que siguen:
1.- Paja imperial: la más usual, con final untuoso y subsiguiente limpieza con trapo o celuloide. Entre sus diversos subgéneros, hállanse las silenciosas y las filarmónicas, a su vez divididas en monásticas y anacoretas (las primeras, según sean en grupo o solipsistas) y las sinfónicas, corales, melódicas o pops, con sus variantes. Amén de sus articulaciones en diversificadas posiciones. Nota importante: por fraternal que uno fuere, nada tan seguro y placentero como terminar con su propia palma, aun sin ser Domingo de Ramos.
2.- Paja canónica o de clérigo: hoy en día, prácticamente en desuso (no porque los clérigos no se solacen manualmente, sino porque efectúan tal menester secundum more civitatis, o sea, por lo civil). Caracterizada por un querer nadar y guardar las vestes, viene definida por acelerado tempo rítmico de principio a fin (para principiantes no está mal un 6/8) y talud meneístico abruptamente cortado antes de arribar a puerto.
Desconozco si mis amables lectores y lectoras se masturban. De hecho, desconozco incluso si cuento con amables lectores, o simplemente con lectores. No obstante, en razón de no guardar para uno los frutos de las personales investigaciones, dejo aquí este legado al mundo para que futuras generaciones de onanistas puedan ampliarlo con sus generosas aportaciones.
Para concluir, les lego las palabras de un antiguo amante: la paja, Pepe, es sagrada.
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