Brindo por todas aquellas historias que nunca escribimos por miedo a querernos.
Brindo por los eternos bailes que danzamos sin mirarnos a los ojos, sin contarnos las caricias.
Brindo por las canciones que escuchamos sin pensar en nadie, a pesar de que cantaban nuestra historia.
Brindo por los silencios que decían tanto y por las palabras vacías que callaban a gritos.
Brindo por todas aquellas veces que quisimos follarnos y sólo nos miramos tristes.
Brindo por ti y por mí,
por todo lo que fuimos,
por lo que dejamos de ser.
Por los defectos y virtudes,
por las catástrofes y precipicios, los nuestros,
y por las segundas oportunidades.
Brindo por escribir nuevas historias sin miedo a perdernos.
Brindo por bailar mirándonos a los ojos, contando cada imperfección de nuestra piel.
Brindo por cantar esas canciones que cuentan nuestra historia, gritarlas, dejarnos la voz toda la noche.
Brindo por los silencios que cuentan cuentos y palabras que susurran te quieres.
Brindo por el sexo sincero de gritos ahogados, de pieles eternas y labios prohibidos.
De historias reescritas está hecha la vida.
De cuentos de hadas de finales inacabados, imprecisos, imperfectos.
Ya no queda nada de nuestra historia.
Ya no queda nada de los finales.
Y no nos hacen falta.
Porque aún nos quedan los principios, los inicios, las segundas partes.
Esa historia de páginas en blanco aún por escribir.