Winston Churchill. Estaba en la Cámara de los Comunes pronunciando uno de sus más vehementes discursos cuando uno de los edecanes se acerca a él y le entrega una tarjeta.
Muy molesto por la interrupción, sir Winston se coloca sus gafas de media luna y procede a leer.
Decía la tarjeta: “Trae usted la bragueta abierta”. El anciano sir Winston sin turbarse, se quita los anteojos, los dobla con mucha parsimonia, los vuelve a su bolsillo, y dice con toda calma a su auditorio: “Acabo de recibir un mensaje, enviado no sé si por un amigo que quiere advertirme o por un enemigo que quiere avergonzarme. Sea amigo o enemigo, para su tranquilidad, le recuerdo este antiguo refrán: “Pájaro dormido no sale de su nido”.
Y muy quitado de la pena siguió Churchill diciendo su discurso.
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