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Pájaros negros en una antena para móviles de última generación

Publicado el 07 diciembre 2011 por Agora
Pájaros negros en una antena para móviles de última  generación

Hace unos meses instalaron una enorme antena para móviles de última generación en el edificio de enfrente. Supongo que ahora no existirá un lugar en el barrio donde no pueda conectarme con el mundo cuando yo quiera. Eso es fundamental en los tiempos actuales. Pero hay algo en esa antena, algo que me atrae y me arrastra a pegar la nariz a la ventana… Ambos edificios están separados por la Avenida Diputación, mi edificio tiene una planta más, yo vivo en el penúltimo piso y mi visión de la azotea es recta, como si estuviese mirando a alguien, de igual estatura, a los ojos.

Es la primera vez que veo una antena para móviles en una azotea funcional. Es una imagen extraña: ver la sobrecogedora estructura de la antena con sus brazos metálicos, gruesos en la base y afilados en los vértices, apuntando al cielo, como un arma cósmica, rodeada por sábanas de todos los tamaños y colores, ondulándose con el viento, entre calzoncillos y bragas, estampados, lisos, ridículos, jerséis, toallas…Es una imagen extraña: ver a una mujer de unos cincuenta años con su barreño amarillo recoger la ropa seca, mientras a su espalda está esa mazorca gigante de metal, como un androide custodiándola.

Andrea se marchó hace unos meses, ahora vivo solo.

Pero lo que realmente me cautiva de la antena para móviles de última generación son los pájaros que se posan en sus ramas artificiales. Son medianos como una paloma, pero más estilizados. Son negros y tienen el pico afilado. Parecen cuervos pero no son cuervos. Parecen grajos pero no son grajos. Tampoco son… No los he visto en ningún otro lugar. Aunque quizás solo busco lo dramático.

Aún no estoy muy seguro, pero juraría que los pájaros negros pasan la mayor parte del tiempo detenidos en las ramas de la antena. Casi no se mueven. Y diría, no a ciencia cierta, que apenas buscan comida; es como si se resistieran a volar, no quieren perder la posición privilegiada que han conquistado, o porque el frío húmedo de las ramas metálicas les recuerda a la aspereza de las ramas de los bosques de antaño. No estoy seguro. Lo único que sé es que la antena para móviles de última generación siempre está custodiada por un ejército de pájaros negros. Es su fortaleza. Es su iglesia y su mausoleo.

Es hermoso comprobar a través de la ventana de mi habitación cómo se desea tanto una cosa. Todos esos pájaros negros aferrados a algo que no es normal, algo que parece ilógico, antinatural. Parecen algarrobas erguidas. Por la noche imagino a los pájaros negros en la oscuridad de la Avenida mientras mantengo mi habitación con la luz apagada. Palpo el cristal frío de la ventana y miro la azotea. Cuando me levanto es lo primero que busco, pero a la hora que sea allí están todos los pájaros, como espinas, como frutos negros perennes.

Todos los días me propongo subir a la azotea del edificio de enfrente, pero siempre ocurre algo y lo impide. Mañana será otro día. Pero algún día subiré y me sentaré en el suelo para observar a los pájaros negros en la antena para móviles de última generación, de cerca. Estudiaré sus garras y sus ojos y sus plumas y las palpitaciones de su corazón. Tal vez decida quedarme en una rama junto a ellos. Sin comer, igual de quieto, igual de negro y seguro.

Igual de tranquilo.

Salvador Blanco Luque


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