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Esa mirada que acecha
es deseo crepitante
sobre las brasas prendidas
de la palabra que arde.
Aquella que me condena
y amenaza con matarme.
Aquella, la impronunciable,
por dolorosa y salvaje.
Me impulsa a perder la vida
por el placer de besarte.
Tu boca es un cruel ardid
que eriza mis consonantes.
Fuego que escupe ceguera
y enmaraña las vocales.
Yo te escribo con ceniza
por soñarme prisionera.
Es amor, amor, amor...
Con todas las letras.
© Nuria Caparrós Mallart