Aquellos que hablan de calidad no la poseen, los que han descubierto que no son, y por tanto nunca serán, llenan sus miserias de actividades. Los que un día criticaron a alguien a escondidas, si pueden sacar tajada, lo alaban falsamente.
El mundo literario es tan falso como el Me gusta en Facebook. Antes de haber apretado la tecla de la publicación salen solos. Pero fíjese, aparecen mientras hay interés, y la cantidad de ellos es proporcional a la propia justificación del provecho.
Apenas dos o tres personas se cruzan en tu vida que son ajenas a esta conveniencia. Aparecen un día y nunca se marchan. Son como los cuadros, permanecen en la pared eternamente. De vez en cuando hay que ponerlos derechos y quitarles el polvo. Pero esto se hace con agrado.
A punto de cumplir cincuenta años uno ve la indolencia y la decencia, hasta reconozco a los siniestros mirándoles los ojos, desprenden la ausencia de dulzura, energías negativas que ellos mismos reciben y acaban convertidos en no seres humanos.
Silencio y soledad, acariciar las encinas y observar a las nubes y a los pájaros. Todo tiene un fundamento en nuestras vidas, hasta el propio caos originario.