Palabras

Hay días feos, refeos, en los que lo ves todo como una monstruosidad. Despliegas las alas, quieres volar y te quedas pegado al alquitrán caliente, inmóvil. No te puedes calzar los tacones ni las botas y sacas aquellas zapatillas rojas del baúl de un viejo sueño.Ves las nubes arrugadas, y las quieres planchar para que el sol se acueste en alguna de ellas y puedas colgarte en el cielo. Ya hueles un cuerpo cercano al tuyo y te fundirás en un abrazo que acabará por quitarte la razón. Intentas andar, y tus pasos titubean, tiras las muletas de rabia contra la pared,  pero ya no lloras, quieres seguir andando pero tus pasos se quedan incrustados en el líquido sinovial que paraliza tus rodillas.La cabeza gira y gira hasta la náusea de un nuevo delirio. Piensas que todo es estúpido, que tú eres estúpida, que todo esto que estás viviendo no tiene ningún sentido. Odias al mundo, te reprochas tus flaquezas, te muerdes el labio inferior, y languideces en un suspiro y estás llena de rabia contra cada día que empieza a emerger.Y de pronto te entra un correo en el buzón y te pintas los labios, le pones colorete a las mejillas, y como Marguerite Gautier, sales de tu alextimia y te pones en pie.  Alguien te dice que te necesita, que viene a tu encuentro, que resistas, que no cedas, que le preocupa que de nuevo algo le pueda afectar a tu estado de ánimo, que éste es la gran reserva que tenemos y que ninguna situación por dolorosa que sea debe cambiarme/nos el humor. Que no quiere que me desanime, y que no quiere ni pensar que me pueda pasar a mí ese desaliento.Un rayo de sol ilumina entonces el viejo túnel, y un resquicio de esperanza, reanima alguna válvula  de este viejo corazón. Y entonces pienso, que en un minuto te puede cambiar la vida, sí. En tan solo un minuto.Que todas las palabras que has leído en los libros, hoy tienen sentido, que las necesitamos, que son bálsamo cuando salen de tu boca.Y que la palabra si bien puede ser el dardo envenenado de los miserables, o el silencio de los cobardes, también es un rayo de sol en la distancia, un aliento y un asidero donde aferrarnos para no sucumbir a la caída.