Revista Diario

Palmolive

Publicado el 24 enero 2011 por Menagerieintime
Tengo, en el lavabo de mi nueva casa, un portajabones y una pastilla de jabón Palmolive de color verde. Y los tengo allí, a pleno rendimiento, para no olvidar. Para no olvidarme de que el olor de esa pastilla de jabón, o de una como esa, me acompañó a diario durante el tiempo que estuve en la cárcel.
La pastilla de jabón en concreto me costó 1,98 euros. Un precio excesivo para una pastilla de jabón normalita, nada fuera de lo común. El jabonero costó algo más. Recuerdo que más de 5 euros, pero menos de 6. Durante la mayor parte de mi estancia en la cárcel me negué a comprar el jabonero. Me parecía tirar el dinero. Durante mucho tiempo metía el jabón en una botella de agua cortada por la mitad. Me di cuenta de lo engorroso que era cargar con la media botella a la ducha, así que caí en la tentación de comprarme el estuche para guardar el jabón. Y así dejé que me engañaran en la compra de los jueves.
Con respecto a la pastilla de jabón, recuerdo exactamente cómo compré una de sobra para guardarla, para abrirla cuando estuviera establecido, fuera de la cárcel; para recordar, cuando quisiera, el olor que desprendía mi ropa interior. Para recordar, cuando quisiera, cómo se ducha uno con una pastilla de jabón y agua fría. Para recordar, cada vez que me diera la gana, cómo se puede ser feliz cuando no se tiene nada. Cómo se puede vivir en el límite de la dignidad, basando esta en un poco de jabón verde.
Recuerdo el día que de “remanguillé” el cura de la cárcel le metió a Rolando un MP3 para escuchar bachatas y mariconadas varias. Lo recuerdo porque, como estaba prohibido tener ese tipo de artilugios en la cárcel, Rami tuvo que improvisar un escondite seguro para el aparato. Fabricó una funda de jabón Palmolive para el MP3, para poder esconderlo. Y lo hizo partiendo por la mitad una pastilla, vaciándola por dentro de jabón, y sellando la grieta que quedaba con agua y mucho arte.
De todo eso, y de mil cosas más, me acuerdo cada vez que hoy me lavo las manos. Cada vez que voy al lavabo, abro el grifo de agua caliente y meto mis manos bajo el agua con la pastilla de Palmolive entre mis manos.

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