Revista Literatura

Palomas en la quinta

Publicado el 03 mayo 2011 por B
Cuando el tío abuelo Práctico y la yaya Eulalia empezaron a ser novios, mi madre le echó la culpa a mi padre. "Lo tendrías que haber metido en una residencia hace años, por viejo verde". Luego mi madre se tuvo que callar, porque tío abuelo Práctico y la yaya Eulalia hacían muy buena pareja, y tío abuelo Práctico quería a la yaya Eulalia mucho más que a sus otras novias. Sólo refunfuñaba cuando hacían cosas de "viejos chochos", que es así como lo llamaba mi tía Pruden, aunque mamá no me dejara repetirlo. Ser "viejos chochos" era tirar piedras a las palomas para que no se les comieran las pipas e intercambiarse las dentaduras. A la yaya Eulalia la del tío abuelo Práctico le venía enorme y una vez se le cayó en el tiramisú de la tía Pruden. "Viejos chochos", gritó. Y el tío abuelo Práctico se sacó un moco y lo pegó en el mantel, como castigo.A papá todo le hacía mucha gracia, y a mí también, porque el tío abuelo Práctico siempre había sido mejor que todos los demás tíos abuelos, e incluso que mis tíos no abuelos, y cuando mamá no miraba, o tía Pruden no estaba delante, le metía mano por debajo de la falda y me guiñaba un ojo. Tío abuelo Práctico y la yaya Eulalia venían siempre a buscarme a la puerta del colegio, y tío abuelo Práctico se lo pasaba en grande mirando a las niñas de mi clase, las señalaba con el bastón a lo lejos y me decía "esa será guapa, esa no, esa tendrá buenos melocotones, esa se pondrá como una vaca" hasta que la yaya Eulalia le pegaba con el bolso y se ponía celosa, y tío abuelo Práctico la perseguía, le daba un beso en los morros y todos aplaudían mientras se recolocaban las dentaduras. "Viejos chochos, viejos chochos", les reñían mamá y tía Pruden. Yo le pregunté a tío abuelo Práctico que si era un viejo chocho, y el me dijo que sí, y que eso es lo que les faltaba a mamá y a la tía Pruden, ser menos serias y bastante más chochas.Un día la yaya Eulalia no se despertó, y tío abuelo Práctico ni lloró, ni se hizo pis encima, ni nada de nada, simplemente fue al entierro, volvió a casa, se puso su mejor traje y se sentó en el sofá para morirse. Duró dos semanas. Mamá y la tía Pruden lloraron mucho porque para ellas se había muerto de pena. Papá me sonrió y dijo que se había muerto de amor. Yo no encontré la diferencia.

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