Pamplona

Publicado el 09 junio 2010 por Dinobat
Después de varios días sin que ningún tipo de evento externo moviera los cimientos de mi tranquila y pasmada existencia, mis neuronas incapaces de dejarme descansar por más de dos minutos comenzaron a procesar que debía inventarme algo para que mis venas y arterias sedientas de adrenalina no fueran a sentirse abandonadas, so pena de arrecharse conmigo y no permitir el paso de sangre con fluidez, causando por ende terror en mi interior y desembocando en una ida innecesaria al hospital para ser devuelto por loco sin destino. Después de darle vueltas a mi pesada cabeza por varios minutos y aprovechando que estábamos en pleno verano llamé a un taxi, me fui al aeropuerto y monté en un vuelo hacía Madrid, España.
Madrid no era mi destino final, y después de pasar por el Santiago Bernabeu para echarle una maldición al equipo asqueroso ese que juega allí, me subí a un tren que me llevó a un pequeño pueblo situado entre Valencia y Alicante en donde me reuniría con Paco Añor, científico arruinado y viejo amigo de la casa, en su diminuto pero altamente tecnológico taller. Una vez finalizadas las introducciones de rigor Paco me dijo "pues bien tío, que te trae por aquí?, "mira Paquito, yo quiero que me construyas una especie de toro-vaca totalmente mecánico para meterme dentro de él y lanzarme en las fiestas de San Fermín en Pamplona, pero no de huevón, vestido de blanco con pañuelito rojo, no, no, yo voy a ir metido dentro del potente animal para clavarle los cachos, que además me los vas a hacer de titanio, a ese poco de coño e' madres que ladillan a esos pobres animalejos", "no se trata de una venganza Paquillo" le dije, "es cuestión de equilibrar el universo, de dar un chance a los desvalidos". Paco quien me miraba entre sorpresa y alegría pues era un defensor acérrimo de los animales me dijo "pues Policarpio, trato hecho, me gusta tu idea y además le voy a poner algunos detalles para que se vuelva más letal el animalejo, joder hombre, pero es que tienes unas ideas que le ronca el mango".
Paco trabajó sin cesar durante toda la noche mientras yo me relajaba, como siempre pensando, en aquellas cosas que me hacen feliz, las simples, la simpleza de la vida, sin muchos vericuetos ni batallas enfermizas por luchar. A la mañana siguiente pude ver como los frutos de toda una noche en vela se habían convertido en una potente máquina devastadora envuelta en la apariencia de un toro o vaca que fácilmente se confundiría entre la multitud taurina de las famosas fiestas del terror. Paco afinó los últimos detalles, con cuidado y precisión, con un brillo en sus ojos que me llenaba de fuerzas para acometer mi misión.
Me explicó algunos truquillos que me servirían para hacer de las mías y dándome un abrazo me dijo "bueno tío anda a ensartar a ese poco de bestias que son dañinas para los animales, espero verte en las noticias, como voy a gozar viendo al toro inteligente" y se rió a carcajadas.
Con mi toro-vaca metido en una caja me eché el viaje hacia Pamplona, en al avión tuve que convencer a los empleados de Iberia que se trataba de un muñeco para promocionar las fiestas de San Fermín, finalmente y después de poner acento español y cantar una especie de jingle que decía así "Toro torito que bonito, la fiesta va a comenzar y todos vamos a gozar" me dejaron subirme al avión y a mi toro lo colocaron en el compartimiento de carga del mismo algo recelosos por considerarlo un artefacto desconocido y con naturaleza dudosa.
La ciudad comenzaba a llenarse con los cientos de turistas que cada año visitaban el sitio para participar en las fiestas, personas que como todos en el planeta buscaban diversión, horas de juerga, desate, joda eterna, bebederas y demás. Solitario como siempre caminé las calles para irme llenando del ambiente festivo y alegre, me tomé una Coca-Cola sin hielo que sabía a orine y charlé con unas suecas que participarían en las corridas y que insistían en que debía correr con ellas pues nunca lo habían hecho con un venezolano, yo como no entendía el sentido exacto que le estaban dando al verbo "hacer" dentro del contexto de la conversación y por tener una misión clara me excusé diciendo que nos veríamos por ahí y les invitaría algo de tomar.
Después de dormir placidamente me paré muy temprano, recuerdo que soñé con un toro, un animal implacable, vestido de policía que ponía orden en el caos terrenal. Cargué con mi toro-vaca y sigilosamente lo escondí cerca de los establos donde estaban los animales que iban a perseguir a los corredores ese día, sin que nadie me viera me metí dentro del aparato dotado de la más alta tecnología, desde un GPS hasta dardos tranquilizantes, válvulas de aceite y cachos que se movían según el objetivo, equipo de música para animarme, estampitas de diversos santos para salvarme y una cajita de chicles con su respectiva ramita de ruda para la buena suerte.
Una pequeña cámara me proporcionaba la visión necesaria para el exterior y seis latas de Coca-Cola con un pedazo de jamón serrano servirían para mantenerme en pie durante la travesía. Esperé paciente, cual soldado en guerra, cual amante por su amada. Se acercaba la hora de los encierros y por suerte Paco había colocado un ventilador dentro del toro-vaca, el calor me tenía agobiado y no veía el momento de poder empezar a llevarme gente por el medio sin piedad alguna.
Con la visión periférica de la cámara pude ver como estaba por comenzar la fiesta, encendí mi animalejo y me coloqué mi casco protector, de pronto y sin aviso soltaron a los toros que salieron disparados, reconozco que al principio me costó un poco maniobrar aquel mastodonte de metal forrado de fieltro blanco y negro pero después de unos cuantos carajazos logré estabilizarlo. En pocas palabras y simplemente era una bestia más bajando a toda mecha por las calles de San Fermín. Comenzaron a aparecer las personas y aquí fue cuando la emoción se apoderó de mi ser, comencé por colocar en la mira a un infeliz regordete que trataba de correr mientras sostenía una botella de cerveza en su mano, mi potente arma letal funcionó a la perfección pues embestí al tarado a una velocidad mayor de 60 kilómetros por hora por una nalga y lo lancé a más de 10 metros de altura, cuando cayó pude ver como un hueso le atravesaba la carne de su muslo y me dije en silencio y solo para mi "verga esta máquina demoníaca es más potente de lo que yo pensaba."
Continué mi recorrido y comencé a bañar las calles de aceite, el relajo era espantoso, los corredores resbalaban y caían como barajitas quedando a merced de los toros que los cornaban con placer y dedicación, en medio del caos aprovechaba para seguir embistiendo infelices que volaban por los aires dándose unos coñazos sabrosísimos cuando caían en la calle, pude divisar a una de las suecas de la noche anterior y me dio lástima embestirla pero le disparé un dardito tranquilizante que la envió a un sueño profundo mientras varios toros le pasaban por encima, escuchaba los gritos en toda clase de idiomas y seguía disfrutando el llevarme por el medio a los corredores, mi toro también estaba equipado con tachuelas que iba regando por doquier haciendo que la gente se las clavara para facilitar las embestidas de mis congéneres.
Finalmente logré divisar el final de la calle y pude ver como un grupo de idiotas formaban una especie de barrera humana para detener a los toros, la plaza de toros repleta esperaba ansiosa la entrada de toros y humanos para seguir con el dantesco espectáculo.
Acelerando al máximo y dejando considerablemente atrás a los otros toros me embalé para lo que sería la embestida perfecta, estando a apenas 5 metros de la barrera humana pude oler algo raro dentro de mi toro-vaca y con terror me di cuenta que varios cables estaban achicharrados, el sudor corría por mi frente, morir dentro de un toro-vaca no era exactamente lo que había pensado al iniciar mi travesía. El animal de hierro y aleaciones metálicas aceleró a mas de 80 kilómetros por hora para terminar chocando irremediablemente con aquellos pobres infelices, por más que traté de frenar no lo pude hacer y el carajazo fue grande, embalado fui a dar contra un establecimiento de comida en el cual causé mayores destrozos, luego de chocar con cuanta cosa se me atravesó me detuve al lado de una mesa en donde unas aterradas viejas emperifolladas pensaban que un toro las iba a matar, con rapidez y viendo que aquel retorcijo de metal y cables iba a explotar salí disparado por la parte trasera del toro, las viejas gritaban "ay Dios mío está pariendo", "vamos a ver un parto", "desde cuando los toros salen preñados? gritaban otros, al verme salir y ver que no se trataba de un ternero sino de un ser humano los comentarios variaban desde "la vaca parió un humano" hasta "milagro de la ciencia", otros decían "a lo que han llegado estos españoles que cruzan humanos con toros y vacas", yo aprovechando la confusión y el caos reinante me quité el casco y traté de correr sin poder avanzar mucho pues el dolor en las costillas no me lo permitió y me hizo caer rendido en el suelo de aquel lugar lejano y extraño para mis sentidos.
Acostado en la cama de un hospital recuperé la conciencia, si es que alguna vez la tuve, y escuché en la televisión algo así "Jarraitu, egunez egun, 2005ko sanferminetan gertatutakoa, entzierroen kronikak, argazki onenak, xehetasun guztiak festaren lehen lerrotik kontatuta....", con dolor y esfuerzo logré cambiar el canal en donde pude escuchar en perfecto castellano "caos y desastre en el primer encierro hoy en San Fermín, más de 450 heridos y además la presencia de un toro poseído, un animal enviado por fuerzas obscuras, inmerso dentro de lo sobrenatural que causó desastres mayores, las autoridades pertinentes al caso investigan todo el incidente, pero lamentablemente el toro desapareció sin dejar rastro alguno."
Ahí la verdad no entendí nada de lo que había pasado pues pensaba que esta vez si iba a terminar preso, el noticiero continuó colocando imágenes del "famoso" toro que se había llevado todo a su paso, reconozco que una sonrisa se posó en mi cara cuando veía a mi toro-vaca llevándose a medio planeta por el medio, la grabación continuó hasta que ya sin frenos me llevé medio pueblo, aquí mi sonrisa desapareció cuando me pude ver saliendo del toro-vaca ante la mirada atónita de los presentes.
Dos enfermeras que pasaban por allí hicieron unas señas raras y empezaron a cuchichear, yo adolorido y maltrecho me paré de la cama y con cuidado salí de la habitación calculando cada paso que daba, sigiloso y con mi batita de hospital burlé al personal de guardia, salí a la calle, muerto de frío y con un dolor terrible en mi costado, de pronto me gritaron "quieto", "coño ahora si me jodí" pensé, pero al voltear pude ver a Paco haciéndome una seña para que caminara hacia él, Paquito había recogido el toro-vaca y ahora estaba allí para salvarme.
En la carretera hacia el taller de Paco y con el toro-vaca escoñetado en la parte trasera y con mi dolor en el costillar Paco me dijo "tuve que venir, es que me di cuenta que el sistema de frenos no funcionaba, y bueno pues joder, llegué tarde, ya te habías embalado, entonces me paré a esperar que aparecieras pero hombre que velocidad traías, joder que toro más macho." Yo con mis costillas fracturadas solamente le pude decir "arregla los frenos que mañana volvemos."