Desde la ventana de este séptimo con balcón desfilan los recuerdos estampados como gotas de lluvia. Intento recogerlos como viejas migajas de un pan duro llamado olvido. Murieron tus deseos ahogados en miedos de retaguardias que hoy se tiñen de lluvia, se perfilan como las noticias de un periódico del que extraigo titulares y los maquillo bajo una pulida mueca. Late el vacío cotidiano, la tortura de tu voz exangüe que se traga el desagüe de tus silencios. Y pese a todo vivimos, dejamos de costado la costilla que le arrancamos a Adán, la manzana que le dejamos morder a una quimera. La pérfida sonrisa de un absurdo que se llama vida, que nos aniquila, nos besa, y a destiempo nos chulea. El humeante sorbo del café me atraviesa la garganta y siento el ímpetu de sentirme viva al acariciar las horas como traviesos aleteos de unas pestañas en mi sonrisa, de un tatuaje en la mirada, de un cadavérico verso en el dobladillo de la falda, del tac tac de mis tacones. Y aún así sigue brillando esa terca y tozuda estrella que nunca dejó de creer en nosotros, desde ese punto equidistante que siempre separó nuestros cuerpos de unos besos que algún día se cansarán de esperarnos.
Pan duro
Publicado el 04 agosto 2012 por Evamric2012Desde la ventana de este séptimo con balcón desfilan los recuerdos estampados como gotas de lluvia. Intento recogerlos como viejas migajas de un pan duro llamado olvido. Murieron tus deseos ahogados en miedos de retaguardias que hoy se tiñen de lluvia, se perfilan como las noticias de un periódico del que extraigo titulares y los maquillo bajo una pulida mueca. Late el vacío cotidiano, la tortura de tu voz exangüe que se traga el desagüe de tus silencios. Y pese a todo vivimos, dejamos de costado la costilla que le arrancamos a Adán, la manzana que le dejamos morder a una quimera. La pérfida sonrisa de un absurdo que se llama vida, que nos aniquila, nos besa, y a destiempo nos chulea. El humeante sorbo del café me atraviesa la garganta y siento el ímpetu de sentirme viva al acariciar las horas como traviesos aleteos de unas pestañas en mi sonrisa, de un tatuaje en la mirada, de un cadavérico verso en el dobladillo de la falda, del tac tac de mis tacones. Y aún así sigue brillando esa terca y tozuda estrella que nunca dejó de creer en nosotros, desde ese punto equidistante que siempre separó nuestros cuerpos de unos besos que algún día se cansarán de esperarnos.