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Papá Morente: sangre y luces del flamenco

Publicado el 12 diciembre 2009 por Smorenovalle
Esto lo escribí para la edición de EL MUNDO del viernes pasado: un poco de flamenco cuajado del último clásico auténtico que queda.
Él sí estaba cuando unos cuantos se pusieron a picar la cascarilla del flamenco para ver qué había debajo. Aquello no era como el mayo del '68. Si hubiera ido tanta gente como dicen, París se hubiera hundido. Hoy, más cerca de los 70 palos que de nada, sigue luciendo los galones que cose a la manga la experiencia. Más gordo, con el mismo pelo y las patillas que apuntan al suelo del que no se ha separado nunca ni para dar saltos, sigue descorchando notas de bocado triste. Fue underground desde el día que la palabreja se les escapó a los militares yanquis de la base de Rota, porque hasta entonces no habían encontrado el término adecuado, cuando llegaba por teléfono el bum bum de Vietnam.Morente es el Picasso del flamenco: un renovador que se permite manipularlo porque conoce el código genético de esa música que incendia por dentro, tan sencillo y tan natural y tan salvaje.
Las listas dejan más cosas fuera de las que caben, pero ahí van x discos que acercan a esta figura del flamenco que forma parte de la historia cultural por derecho, mucho más allá de la nostalgia generacional y los vídeos en blanco y negro.
APRENDIZAJE
"El cante no tiene maestros; tiene discípulos", dicen que dijo, lapidario y convirtiendo un pensamiento en filosofía. Como si se le pudiera dar cuerda al recuerdo y paralizar el tiempo con toda la épica de los nombres grabados en oro: La Niña de los Peines, La Perla de Cádiz, Pepe Pinto o Manolo Caracol, que son sólo unos cuantos. Morente se acerca a todos ellos y más; al sonido de radio vieja, de mucha paz y señal que tiembla con cualquier viento. Así despide los sesenta antes de que se acaben: con 'Cantes del flamenco' y 'Cantes antiguos del flamenco'. Con la garganta fresquita de juventud, Morente hace de figurín con compañías de las que se llaman especiales, de esas que colorean el pasado. Lástima que el flamenco aún no tenga (o quieran dársela, porque la tiene) clase para entrar por la puerta grande en los conservatorios. 
ELLOS PONEN LA LETRA...
...y Morente ajusta el sonido. Cada letra lleva dentro una nota y juntando varias se puede escuchar la melodía que guardan las palabras, incluso las más feas. Lo difícil es saber a qué suenan. Morente lo ha hecho con versos que han nacido en todas partes (los autores son como el plancton: cuando abres la boca te tragas miles de millones aunque estés leyendo a uno solo). Y le salieron varios discos redondos (y con un agujerito en el medio), con  las medidas que les había tomado a Lorca, Miguel Hernández, Picasso -en los ratos que pintaba letras y escribía cuadros- y hasta Leonard Cohen.  Aquí caben 'Homenaje flamenco a Miguel Hernández',  'Lorca', y 'Pablo de Málaga'.
'OMEGA'
Fue casi veinte años después de que Camarón hiciera temblar el suelo con 'La leyenda del tiempo'. Menos faltarle a su mare toíto lo consentían. Esa mare era la raíz de la aceituna, el sentido romántico de la pureza. Morente entró en un cuarto lleno de instrumentos a los que se les hacía hablar sólo con señales eléctricas. Esos los pusieron 'Lagartija Nick', como antes lo habían hecho los 'Dolores' y los 'Alameda' para Camarón.  Por enconces el flamenco ya era universal, escondido detrás otros estilos como el jazz -Chano Domínguez, Jerry González-, el blues -Pata Negra- o el rock progresivo. Fue un encuentro sincero entre dos planetas, aunque aún para muchos incomprensible. A partir de ese momento ya iba a ser imposible que el sueño volviera a quedarse mudo. En los talleres de esos dos discos aparece un nombre: Tomatito, hijo de dinastía guitarrera, que peina las cuerdas de la guitarra con el pulgar como nadie, tan joven y con tanta leyenda.
COMPROMISO SOCIAL
El flamenco primitivo un grito de protesta. Enrique tiene en la voz el compromiso peleón de los que sacan fuerza para dársela a quien no la tiene: Primero cantó contra el cierre del Johnny -Colegio Mayor San Juan Evangelista de Madrid- donde él mismo se cambió algunos versos con Gloria Fuertes, o donde Camarón dejó de derramar su voz desde el precipicio de unaa silla en el '92. Ahora El Cabanyal, como Velluters -detrás de los dos grandes museos de la ciudad, el IVAM y el MUVIM, punto de partida la industria sedera del XVII al XVIII-, un barrio que se pierde a golpe de pala y donde crecen edificios con las paredes vestidas de carteles de promotoras públicas y privadas. La historia de esos barrios desordenados fue desapareciendo no se sabe muy bien por qué.

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