Papa Noel es un gordo cabrón

Publicado el 27 diciembre 2010 por Rizosa
9.30 de la mañana.
Por todos es conocida mi mala suerte festiva. Siempre que se acerca una fiesta que espero con ganas e ilusión, la diosa fortuna se rasca una teta y decide que ya es hora de hacerme alguna jugarreta traviesa... y zas, algo sucede que me estropea la fiesta.
Esta vez sucedió el sábado por la noche. Íbamos a celebrar el cumpleaños de Al en un restaurante, con juerga etílica posterior incluída. Yo llevaba el/los regalos (para despistarle por si me lee) que con tanto cariño le había comprado en nombre de todos para entregárselos después de cenar, y además me había puesto monísima con mi vestido verde y mis rizos al viento. Sombra de ojos con purpurina, rímmel del bueno, pintalabios color rosa del desierto, botas de tacón y mi bolso morao. Todo listo.
Me despedí de mis padres y cuando ya estaba por el pasillo camino de la puerta para irme... fueron solo milésimas de segundo, pero atisbé un charco de algo parecido a babas de mi perro bajo mis botas. Después, el desastre.
Me pegué una hostia del copón. Os prometo que en mis 29 años de vida jamás había sentido un dolor tan intenso, ni siquiera la primera vez que usé la silkepil. Caí con todo mi peso (que no es poco) sobre mi brazo derecho, y al hacer fuerza para no comerme el suelo con los dientes, hice demasiado esfuerzo con la mano y los músculos de mi codo implotaron o algo así.
Cuando pude dejar de gritar, llorar y maldecir sobre la tumba del inventor de las babas de perro, mi madre me llevó  a urgencias porque mi brazo estaba empezando a parecerse a una morcilla de Burgos. Obviamente para entonces ya había yo desechado la idea de irme de fiestas de cumpleaños, y estaba resignada en el taxi camino del hospital pensando en si tendrían que amputar desde el hombro o si al menos me dejarían hasta el codo, que queda más mono con las camisas.
La sala de esperas de urgencias de los hospitales es un sitio horrible. Admiro a los que trabajan allí, porque aquel ambiente te recuerda lo mísera de nuestra existencia humana: madres que lloran al ver a sus hijos enfermos, vomitando; hombres que gimen tumbados en el suelo; huesos descolocados;  toses  profundas que te dan escalofríos;  lágrimas y alaridos inundando cada rincón.
Si a ese panorama le añadimos el hecho de que era el día de Navidad... bueno, aquello te hace ver más allá de turrones y mantecados, y te da una bofetada de realidad que a mí, al menos, me llegó al alma.
Me hicieron una radiografía porque, según el primer doctor que me vio, aquello tenía pinta de fractura.
Ostras... mi primera fractura. Es curioso que lo primero que se me viniese a la cabeza entonces, ya acostumbrada al dolor intenso y empezando a razonar otra vez como una persona normal, era preguntarme si habría escayolas moradas o no, que las blancas eran muy sosas... Creo que lo dije en voz alta, haciendo que mi madre se asustase aún más y creyese que ya estaba con fiebre y delirando.
Cuando estudiaron la radiografía me dijeron que no había fractura. Un doctor con pinta de friki muy majo me sentó en la camilla y se dispuso a hacerme otro análisis, a ver si era muscular y si habría que vendarme, y entonces entró en la sala una enfermera con la radiografía de mi brazo y se paró en mitad de la habitación, gritando.
-¡AHHHH! ¡COÑO! ¿HAS VISTO?
En ese momento me hice pipíns. Ya está. Me amputan del todo.
El doctor vio cómo me cambiaba la cara a una mueca de tremendo espanto, y sonriendo me dijo:
-Tranquila, no es tu radiografía, es del chico que estuvo aquí antes.
Cohone, majos, no asustéis así al personal.  Me parece muy poco profesional que mientras se trata a un paciente os pongáis a charlar de otro. Porque ahí se sentaron los dos, a hablar de si habría que operar al chaval o no, de cómo la segunda falange de su fucking mano estaba mejor o habría que meterle una aguja.
Y yo ahí sentada, con mi brazo engurruñido, esperando instrucciones.
Tuvieron suerte de que el dolor me impidiese quejarme demasiado, que en mi estado normal les hubiese montado un pollo.
Y bueno, aquí estoy. Brazo vendado, drogada hasta las trancas y teniendo que esperar 4 días para quitarme las vendas. Por lo visto  el esguince no es grave, sobreviviré, pero lo peor de todo es que ha sido en mi brazo derecho, y yo soy diestra.
Así que se puede decir que este ha sido el post más difícil de la historia. He tecleado todas y cada una de las palabras que lo forman con mi mano izquierda, acentos y comas incluidos, haciendo malabares.  
Y encima no veas si me he enrollado, pardiez. Yo que sólo quería poner cuatro cosas para tranquilizar a mis fanses y decirles que estaré unos días de reposo, sin escribir... está claro que la cabra tira pal monte aunque sea con muletas.
En fin, lo dicho. No seáis malos o el año que viene Papa Noel os traerá carbón en forma de babas de perro. La que avisa no es traidora.
10:30 de la mañana. No está mal, quizá bata un guinness de mecanografía a una mano.