Para d

¿Cuándo perdí tu rastro?,
¿Cuándo te impregné de nada, te perfumé de vacío; te vestí de olvido?
Corrías en la oscuridad de la noche, por la casa que tanto odiabas,
era fría, vacía como tu conciencia,
y lúgubre como el perdón que nunca de tu boca escapó.
Bajaste uno a uno los peldaños, y contemplaste pasmada la imagen que fue la última que en tu pupila se creó.
Te dije que no corrieras, que no bajaras las escaleras,
pero no me hiciste caso.
Corriste hacia la playa,
sólo te detuviste cuando la brisa nocturna golpeó tu rostro,
y me miraste, hubiera deseado que no lo hicieras,
pues al mirarme me di cuenta que perseguía a un alma muerta,
tus ojos eran cuencas oscuras.
No te detuve,
dejé que subieras al barco del olvido,
a un barco que estaba lleno de seres como tú, muertos, pero vivos,
y conscientes de su inconsciente manera de amar.
El barco avisaba que tenía la firme intención de zarpar,
pero sus amarras, reían, lloraban, pues nunca lo habrían de abandonar,
él lo sabía, nunca del muelle partiría,
ellas le brindan seguridad, lo protegen de la bravura de la mar del amor.
Todos los pasajeros sólo navegan en sus sueños…
Cuando decidí dejarte atrás…volver,
observé como te dirigías a la proa,
extendías los brazos y te entregabas al mar,
cerré mis ojos…
sentí mi cuerpo muy frío y al abrirlos estaba nadando en la playa,
muy cerca al barco del olvido;
pero ya no estabas tú… ¿te ahogaste?, ¿te ahogué?
o es que te salvé haciendo que tu alma ingrese a mi cuerpo,
como lo haces siempre que cometes el suicidio de amar.