Imagina el lecho seco de un río. Cada día pasas por allí y dejas algo, o caen una ramas; el viento desplaza unas hojas... Otro día lanzas una piedra que rebota y hace que otras se desplacen levemente. De pronto llega el deshielo y el agua lo cambia todo: remueve lo liviano, se adapta a lo pesado, pero consigue su objetivo: derribar o sortear los más diversos obstáculos. En los lugares más alejados del curso principal se forman pequeños remansos. A pesar de todas las dificultades, el agua, poco a poco, se va abriendo paso. Entonces apareces de nuevo y empiezas a retirar lo que sobra, los estorbos secundarios, todo aquello que provoca meandros innecesarios: piedras, embudos de hojas, extraños objetos... No paras hasta conseguir un único cauce que fluya constante en el que no falte ni sobre nada.
Así es exactamente mi forma de escribir: el lecho seco es mi bloc de notas, que utilizo como repositorio, una especie de prolongación de mis sentidos y de mi memoria sentimental. Constantemente anoto frases, palabras, expresiones, diálogos, impresiones, puntos de partida, paradojas, finales... Un buen día me da por releerlo todo: reordeno algunos párrafos, añado cosas, incluyo ideas que rondan por mi cabeza... y de pronto siento que fluye la narración, el caudal que dará sentido a todo esto que no era más que una desordenada sucesión de palabras. Empiezo a cubrir huecos argumentales, a hilvanar causas y consecuencias, a encajar momentos que se me antojan perfectos. El cauce se va pareciendo por momentos a un canal bien trazado.
Finalmente, cuando el recorrido está completo lo repaso todo con la perspectiva del tiempo y la distancia: me dedico a pulir pequeños trechos donde parece que el agua se atasca más de lo imprescindible: quito adjetivos, simplifico frases, sustituyo palabras y limo toda clase de aristas hasta que tengo la certeza de que el conjunto está compuesto exclusivamente de suaves curvas bien peraltadas.
Así escribo. Así me sale lo que escribo. Así quiero que quede lo que escribo
Este verano ya tiene su libro: se titula «Atolones de pelusa» y lo he escrito yo. Incluye una selección de narraciones breves, algunas llevaban durmiendo en el disco duro más de una década, que han sufrido varios procesos de reescritura (algunos bastante severos). Y como en una parodia mediocre de Amélie Nothomb, sólo ha llegado a ver la luz una quinta parte del total.
Mi recomendación, por supuesto, es que lo compréis en papel o en eBook; pero sobre todo que lo leáis, preferiblemente en la playa, porque ahí es donde más receptivo está uno. Pero también para que otros os vean disfrutando con el libro de este debutante en la ficción.
Feliz verano!!!!!
Revista Talentos
Para el verano...
Publicado el 14 julio 2012 por SesiondiscontinuaSus últimos artículos
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