Para Tesa,
para su Nina.
Nina tenía el cielo en sus ojos
era tostada, una bola de caramelo.
Sabía nadar hasta el corazón
y decir ‘te quiero’ sin hablar.
Era modelo
lenta de caderas
coqueta,
posaba con el glamour de las grandes estrellas del cine.
La gustaba soñar en una manta
y enrollarse en la tibieza que luego ofrecía,
lamerse la melena
dejarse mimar.
Aficionada a la lectura,
a la meditación.
De silencios infinitos
y eternos arrullos.
Nina era Zen
Y a veces bailaba rock and roll.
María Jesús Silva