Cualquier semejanza con los políticos mendocinos no es pura coincidencia.
No lo es, porque esa es la manera en la que nuestros padres nos han enseñado a lidiar con nuestros problemas. Es la manera en la que le enseñamos a nuestros hijos a lidiar con los suyos. Reaccionamos ante el emergente, cuando ya es tarde y nuestros esfuerzos son inútiles.La crisis es lo único que podemos ver, lo abarca todo y es, al mismo tiempo excusa y justificación de la falta de transformaciones de fondo. En la Mendoza de hoy todo se posterga, todo parece menos importante comparado con la emergencia diaria. El transporte público, la cárcel, la aplicación de Código Procesal Penal, la reforma política necesaria para los mendocinos, etc. Todos temas importantes que son, en el mejor de los casos, tímidamente tratados por lo políticos y por los mendocinos en general. Mientras tanto, todas nuestras fuerzas y nuestros recursos se pierden en pos de soluciones que nunca llegan (y nunca llegarán).Tal vez, deberíamos entender que lo que llamamos crisis o emergencia no es otra cosa que una característica del mundo complejo y caótico, en el cual nos ha tocado vivir. Un mundo esencialmente distinto de aquel que le dio origen a muchas de las verdades que hasta ayer considerábamos incuestionables.Hoy, algunas de aquellas transformaciones, como la reforma política, están al alcance de la mano. No dejemos pasar la oportunidad. Sólo recordemos que los problemas de nuestra provincia nos demuestran lo frágiles que somos, pero la manera en la que le hacemos frente, lo fuertes que podemos ser.* Publicado en Diario Los Andes (sección Opinión) del día jueves 27 de mayo de 2005