Todos los días (de trabajo) son una rutina similar, la parada de autobús, más o menos las mismas personas, idéntica esquina. Sólo va cambiando la amplitud de la luz solar; noche cerrada a las 21.30, ahora todavía bóveda celeste claro.
Y esa excitación o apertura mental que combina el descanso para el culo dolorido de tanto estar de pie y el por dónde empiezo esta nueva rutina, reciente, de ayer mismo, que ya tenía pensado sobre qué y a la hora de la verdad, debo elegir entre varios qués añadidos el último minuto. Como la anécdota del que me ha pedido por favor, dame algo, o si sólo tienes suelto para tu autobús, ¿me das un cigarro, por favor?
O que me reviso todo lo que no he revisado en el día, y no sé muy bien qué está haciendo Blumm, pero de repente, entre un pantalón de vestir y el del pijama, el móvil sin batería, unas zapatillas y una libreta con sólo una hoja libre, llevo seis versos nuevos y el título + esquema rápido de un relato sobre...
Explicadme cómo, CÓMO, se estresa la gente por un post diario, obligatorio. El estrés lo siento en el cogote porque se me van cayendo los posts de las manos, de tres en tres o cuatro. Y ya, por fin, me siento al escritorio. Es mejor una cosa por vez, supongo. Y... y todo suena tal que así, porque hay una fiesta con escenario gigantesco y luces, a 20 metros de mi ventana.Y es por eso que no salir, o sí, no me convierte en menos joven; bailo igual en el salón de casa o fuera. Quiero tener 70 años para bailotear ya encima de la bombona de oxígeno que me pongan.
Al unísono que escribo unísono, los altavoces vuelven a sonar con la canción de arriba y este bucle es demasiado extraño. Y se acerca la medianoche, siempre en el último momento, a ras, que he dicho: mayo, un post al día -como poco-.
No me da tiempo a hilar todo lo demás.
Y ahora escribo: punto y final por hoy --> [ . ]