Revista Diario

Paseos por la ciudad

Publicado el 27 mayo 2024 por Laika
PASEOS POR LA CIUDAD

Paseos por la ciudad en una tarde de una loca Primavera.

El sábado que salí por la tarde  a escuchar cantar en los balcones del Ayuntamiento de Pamplona a la Asociación Gayarre Amigos de la Ópera en Navarra. AGAO.

Hacía un calor sofocante que me llevó a quitarme la chaqueta y llevarla en la mano toda la tarde, con el incordio que comporta.

Pero hoy, que he ido en mangas de camisa a descambiar una prenda al Corte Inglés, casi he pasado frío.

Total, que no sabe una como vestirse...jejeje.

Ando perezosa para la escritura.

Hay mucha gente delante de mi con el ticket de compra en mano, dispuestos a cambiar prendas variadas.

Detrás de mi hay un sacerdote. Lleva dos camisas en su mano.

Se acaba de encontrar con un amigo, también sacerdote.

Se preguntan por la salud.

-Mira, me he tenido que comprar ropa nueva. He adelgazado veinte kilos.

-Anda, pues yo diez.

Menuda suerte (pienso para mis adentros)

Yo he puesto algún kilo de más. Lo descubrí el otro día cuando me he probado la ropa de la nueva temporada.

Siguen contándose su vida y no puedo evitar enterarme de todo. Están muy cerca.

-Esta tarde tengo un funeral a las siete.

-En apenas unas semanas he tenido siete.

La vida es fugaz, no cabe duda. 

Una vez realizado el cambio, me pierdo por la ciudad.

El Monumento a los Toros está cerca.

Y cerca están ya los Sanfermines.

En unas semanas será el chupinazo y se llenaran las calles de la marea rojiblanca.

El tiempo vuela, aunque suene a tópico.

Una mujer de un país lejano habla con su hijo por el móvil.

Como tiene puesto el altavoz, escucho al pasar: ¡Felicidades, mamá!

Puedo ver la emoción a flor de piel de la mujer y un halo de añoranza. Su hijo le habla desde su país.

-¡Uy, la familia de Alberto! No abren la boca para nada. No cuentan nada de lo suyo. Tan solo para enterarse de la vida de los demás.

Es una mujer de mediana edad que se explaya en pequeñas confidencias a una amiga.

Amenaza lluvia.

Dos amigas se abrazan.

-No sabes como me duelen las articulaciones.

-Yo tengo muchos dolores musculares.

-Te digo yo que ha sido la vacuna del Covid.

-No levanto cabeza desde hace unas semanas.

-Claro que si. Ha sido la maldita vacuna que nos obligaron a poner aunque ahora lo nieguen. 

Hay teorías para todo.

Porque la vida, como me gusta decir, está en la calle.

Me siento en un banco de la Plaza el Castillo saboreando la vida y descansando. Creo que la astenia primaveral se ha adueñado de mi.

Me faltan las fuerzas.

Pasa una cuidadora con una mujer en silla de ruedas.

Las saludo y las sonrío.

Después, una gran dama vestida de rojo pasión, con el bolso y los zapatos a juego, hace su aparición como en un desfile de modelos.

Un poco más allá está ya puesta la Tómbola de Cáritas.

La gente compra su boleto por el módico precio de un euro, tentando a la suerte. Es tradición desde hace casi ochenta años dejando constancia de la cercanía de las fiestas de San Fermín.

Por  fin, parece que la lluvia está perezosa como yo y se niega a salir a escena.

Camino lentamente de regreso a casa.

No pienso cansarme inútilmente.

Dos enamorados se besan.

Una niña canta una canción. Va de la mano de su madre.

La tarde se ilumina con su presencia.

La avenida es un fluir de autobuses que van y vienen a los barrios de la periferia.

La vieja Iruña es señorial, acogedora, incluso maternal.

En ella soy muy feliz.


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