Te esperé desde siempre, desde ese pasillo que va de mi falda a tus deseos. Deambulamos por el rincón de cualquier ciudad, que angosta, redujimos con los pasos cansados.El tiempo arrebata hoy las horas dormidas de un carcomido segundero. Anda rauda la sombra que acorta mi paladar en tu boca. No sé cuándo volveré a caminar a tu izquierda, ni cómo perderé tu esencia a hierbabuena, pero este tren que ya no aguarda en este vetusto andén, me dirige sin sentido alguno de nuevo hacia la estación de tu cuerpo.Tus besos se funden en la sangre de mis venas, y destila en el licor de ese trayecto adormecido, ese tiempo que no fue y tal vez será, embriagado por las horas del crepúsculo y la nostalgia de aquella mirada tuya que languidece en mi aliento en cada despertar.