Magazine

Paul Gaugin, escritor, además de pintor impresionista, emigró a Tahití en la Polinesia Francesa…

Publicado el 12 diciembre 2009 por Vagabond
Paul Gaugin, escritor, además de pintor impresionista, emigró a Tahití en la Polinesia Francesa…
Para quien no lo conoce, Paul Gaugin ha sido uno de los mejores pintores impresionistas francés de finales del ochocientos. Con ideas bastante anticonformistas y contratendencia, en incierto punto de su vida decidió irse a vivir al trópico. ¿Motivo de su decisión? Un amigo suyo, pintor, afirma que su razón fue: “la vida cuesta menos, se encuentra comida por doquier y las personas son menos estresadas”.
Primeramente piensa en Madagascar, así, parte a Martinica donde iniciará un taller de pintura pero finalmente terminará en la Polinesia francesa.
Gaugin también es famoso por haber contribuido a crear el mito de los mares del sur, por supuesto, junto a otros viajeros de los cuales seguramente hablaré en otra oportunidad. Conocido fundamentalmente por sus obras artísticas, pocos saben que fue también un escritor. Escribió un diario, algo que hoy podríamos definir como bitácora o blog donde contaba en detalle su vida en Tahití y en las islas cercanas. Este diario se llama Noa Noa, traducido significaría: perfume de flores, haciendo referencia al omnipresente perfume que se podía sentir en aquellas islas ricas en vegetación tropical.
Este diario es muy interesante, sobre todo cuando cuenta las dificultades que él, como europeo, excontador y parisino, halla para insertarse en la cultura local. De manera casi inmediata abandona Papeete, la capital de Tahití, diciendo que no soporta la vida de esta ciudad de frontera donde los europeos habían llevado algunas de sus costumbres instaurando pequeños locales donde obligaban a los locales a servirles como esclavos o prostitutas pagándole sumas irrisorias. Así, termina en una pequeña ciudad en el litoral de Tahití y crea su pequeño taller de pintura pero rápidamente se da cuenta que la vida no es tan sencilla. Él pensaba que en las islas salvajes se encontraba comida por doquier pero se percata de que es imprescindible saberla recoger, si no sabes subir a una palmera no podrás recoger su fruto, si no eres capaz de pescar no podrás comer el pez; así, el hambre aparece bien pronto. No obstante, demasiado testarudo como para pedir alimento, en muy poco tiempo se encuentra en condición indigente y logra sobrevivir gracias a algunos jóvenes pescadores locales que temprano en la mañana le dejan en la puerta de su casa una cesta con pez y frutas.
Logra sobrevivir.
En el mientras, envía sus cuadros a Francia, donde un amigo los debe vender y reenviarle el dinero. Cuando el amigo le pregunta el por qué de la poca calidad de las personas que se observan en sus cuadros Gaugin le responde: “el cliente es estúpido, las masas son estúpidas y a los estúpidos se les debe dar aquello que quieren, yo necesito el dinero para comer, aunque sea poco”.
Actualmente algunas de estas pinturas valen no menos de varios millones de euros y se exhiben en los museos.
Pero retornemos al diario, sin lugar a dudas, la parte más interesante de sus escritos es donde Gaugin recoge su sufrimiento de “pez fuera del agua” en una cultura que no le es propia. La descripción que él hace recoge a la perfección el desencuentro entre sus hábitos parisinos y la cultura desinhibida y la apertura mental propia de los polinesios de aquel tiempo. Habla de la ausencia de roles masculinos y femeninos bien determinados. Cuenta de la desinhibición para mostrar la desnudez de sus cuerpos e incluso achaca el pudor de la cultura occidental al indoctrinamiento de la religión que ha inculcado la idea del pecado.
Gaugin termina sus días en una casa de Atuona, un insignificante pueblo de una pequeña isla polinesia. En la puerta de su casa estaba escrito: "maison du jur" (casa del placer) en abierta provocación al obispo católico de las islas que lo señalaba como ejemplo negativo ya que se puso a convivir con una joven de 13 años. Una costumbre local donde las familias combinaban matrimonios según su conveniencia por lo cual las mujeres jóvenes terminaban en manos de hombres mucho mayores. Vale aclarar que en India, aún hoy, esta costumbre sobrevive.
Me ha resultado interesante y apropiado introducir esta historia porque creo que tiene algunos puntos de encuentro con todos aquellos que viajamos, no solo para hacer turismo sino para conocer y hacerse conocer, y quizás, para escoger un nuevo destino donde reiniciar nuestra vida. Aún más cercana esta historia con los que optan por una isla donde el clima es más clemente, las personas son más gentiles, tranquilas y sencillas. Donde la forma de vivir es todavía más “natural”.
Recuerdo una anécdota que escribía Gaugin con gran asombro: “Me encontraba reunido con los isleños del pueblo. La tarde anterior un terrible huracán había destruido algunas de las casas de madera. Se habló poco. Todos los hombres jóvenes y fuertes se levantaron y anunciaron con decisión que el día siguiente todos juntos repararían las casas dañadas.” Como podrán imaginar, Gaugin se queda atónito ante el altruismo de estas personas tan sencillas y va a dormir con el corazón lleno de admiración por estos vecinos.
Al día siguiente el pintor se levantó y fue al camino para reunirse con los jóvenes constructores pero no vio a ninguno. Entonces le pregunta a un hombre que pasaba dónde estaban trabajando los hombres. A lo cual éste responde sonriendo: “Hoy no, quizás mañana o pasado mañana… Pero verás que al final se reparan las casas.”
La experiencia de Gauguin nos enseña que normalmente las expectativas no coninciden con lo que encontramos en la realidad ...

Volver a la Portada de Logo Paperblog