Rebautizaciones (a Nenad Mirosavljević en el Cádiz le llamaban, simplemente, Mortadelo), diseñadores de camisetas que se tiran de los pelos cuando ven sus obras de arte manchadas con un apellido del tipo Owusu-Abeyie, presentaciones incomodas (acuérdense de Lorenzo Sanz en la presentación de McManaman) y comentaristas que rezan para que no toquen el balón (Manolo Lama no pronunciaba bien el apellido del racinguista Beschastnykh ni en el FIFA), son algunos de los principales problemas que acarrean estos inverosímiles nombres a nuestra cultura. Seguir leyendo »
Rebautizaciones (a Nenad Mirosavljević en el Cádiz le llamaban, simplemente, Mortadelo), diseñadores de camisetas que se tiran de los pelos cuando ven sus obras de arte manchadas con un apellido del tipo Owusu-Abeyie, presentaciones incomodas (acuérdense de Lorenzo Sanz en la presentación de McManaman) y comentaristas que rezan para que no toquen el balón (Manolo Lama no pronunciaba bien el apellido del racinguista Beschastnykh ni en el FIFA), son algunos de los principales problemas que acarrean estos inverosímiles nombres a nuestra cultura. Seguir leyendo »