Durante el vuelo dejo de ser. Hoy acompaña el número 3, aquel que fue una vez el 444. Vigila sobre una nube el indolente número 88. No soy y siento paz, un sosiego infinito. Observo el universo desde el cielo, cada situación, los movimientos de las plantas. Todo es una separación, como si desligara la forma de la esencia.
Tememos la muerte porque seguimos siendo. El error de nuestras vidas es seguir vivo.
El reconocimiento de uno mismo es el mito de la hipocresía, robamos mentiras a la verdad que nunca eliminamos por completo. Hay ausencia de paz.
Vuelvo hacia atrás. Repito cuanto he pasado, aquello que he sufrido. La puta realidad. La plenitud es la idea de la satisfacción, la absoluta reconciliación con el beso.
Vuelo buscando el ritmo y el tono. El aire facilita el hallazgo y elimina las impurezas del humo negro que está por todas partes. Mientras caigo recito unos versos de Luis Rosales, ellos son el sentido de la justicia, de la alegría.
Muestro las manos al número 88 al pasar por la nube que lo sostiene. Hace un gesto comprometido, violento, intenta decir que ya está muerto. Ha dejado de ser.