Como os he dicho en alguna ocasión, colecciono cosas -tranquilos, no llego a Diógenes-, y entre ellas, piedras. Sí, sí, habéis leído bien, colecciono piedras, piedras del mundo.
Todas esas piedras, traídas por mí y por otros, las guardo en un jarrón de cristal en mi habitación -el cual sufrió un accidente hace más de un año, y se rompió, por lo que las piedras han pasado todo este tiempo en una bolsa en la galería a la espera de encontrar un jarrón óptimo para ellas. Hace unos días le encontré en IKEA, y ya por fin las piedras vuelven a estar donde debían-. Fuera parte del efecto decorativo, que es obvio, está la parte más profunda, lo que significan, lo que representan.
Lugares que quizás no conozca nunca, se juntan con los que conoceré, y los que conozco, formando parte de mi pequeño mundo, un pequeño pero inmenso mundo, al alcance de la mano. No son simples piedras, son pedacitos del mundo, mis pedacitos del mundo.
Recibir una piedra de souvenir, la haya pedido o no, es más importante para mí de lo que puedo explicar. Una piedra en el camino para ti, puede ser una pieza de mi mundo.
Si viajáis y os acordáis de mí, traedme una piedra, ayudadme a formar mi pequeño mundo.
PD: A todos los que me habéis regalado alguna vez una piedra de vuestros viajes, gracias por acordaros, gracias por contribuir, gracias por llenar mi mundo.
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