Magazine

Peeping Tom: El fotógrafo del pánico

Publicado el 14 septiembre 2013 por Bcndays
Peeping Tom: El fotógrafo del pánicoTítulo original: Peeping Tom
Año: 1960
País: Reino Unido
Director: Michael Powell
Guión: Leo Marks
Intérpretes: Karlheinz Böhm, Anna Massey, Moira Shearer
Fotografía: Otto Heller
Música: Brian Easdale
Montaje: Noreen Ackland
Valoración: 9/10

- ¿Sabes lo que es la cosa más horrible del mundo?
- El temor
El cine empezó hace poco más de 100 años como un espectáculo de feria que permitía a los espectadores presenciar escenas cotidianas que habían ocurrido en otro momento y lugar. Las imágenes de los obreros saliendo de una fábrica o la llegada del tren fascinaron y asombraron a los espectadores del Salón Indien del Grand Café de París durante las primeras proyecciones de los Hermanos Lumière. Desde entonces y hasta nuestros días el cine ha evolucionado para convertirse en el séptimo arte, pero aún así y aunque sea de forma inconsciente, nos sigue fascinando por esa capacidad de permitirnos ver sin ser vistos, por abrirnos una ventana para observar impunemente las vidas ajenas, unas vidas cuanto más controvertidas mejor. Es más, el cine además de ser un arte, cubre nuestra necesidad de voyerismo, una característica tan inherente al ser humano como la persistencia retiniana que permite que el cine exista.
Peeping Tom: El fotógrafo del pánico
Durante estos 100 años muchas películas han tratado esta obsesión del ser humano por espiar a los demás desde la barrera. Uno de los ejemplos más míticos es La ventana indiscreta de Alfred Hitchcock (1954), donde el maestro del suspense y gran voyeur tomaba como punto de partida a un fotógrafo postrado en una silla de ruedas que descubre un asesinato mientras espía a sus vecinos de enfrente. Años más tarde, Michael Powell retoma el tema del fotógrafo voyeur, da un paso más allá y filma Peeping Tom, un thriller donde el protagonista mirón es a la misma vez el asesino.
Lo primero que vemos en pantalla es un primerísimo primer plano del ojo cerrado del protagonista que se abre para mirar a una prostituta en la calle que vemos en plano general. En esa misma escena donde ella espera a algún cliente, vemos aparecer a un hombre, nuestro protagonista. Un plano detalle nos muestra un  arma bajo su gabardina: una cámara. Desde ese momento y hasta el final de la escena, todo cuanto veamos será lo que capte el objetivo de la cámara. Imagen encuadrada en el característico marco de visor que nos mostrará el terror en la cara de la prostituta durante sus últimos momentos de vida. La siguiente escena nos muestra al asesino viendo la grabación en su casa y el éxtasis que vive al revisionar el momento de la muerte. Con este acertado inicio en cámara subjetiva, Michael Powell nos está obligando a convertirnos en el asesino de mujeres y a la misma vez -al invitarnos a ese pase privado de la grabación y al momento de éxtasis- nos provoca la repulsión lógica por sus actos y nos aleja de él.
Peeping Tom: El fotógrafo del pánico
El resto del film será un juego del gato y el ratón, tanto dentro como fuera de la pantalla. Mientras nuestro protagonista juega a estrechar su propio cerco ante la policía, Powel nos presenta al personaje para que empaticemos con él. Así vamos descubriendo su incapacidad para relacionarse con los demás, su trauma con las mujeres y, gracias a un brillante uso de las películas del pasado, asistimos a un falso flashback que nos desvela el origen del mal: su padre, un científico sin escrúpulos, lo usaba como conejillo de indias en sus estudios sobre las reacciones del sistema nervioso ante el miedo. Con este perfil psicológico propio de un Norman Bates de ciudad y su intento de redención al enamorarse de su vecina, Powell busca nuestra empatía. Además, para los más resistentes, el director juega a esconder en todo momento lo que queremos ver, ese oscuro objeto del deseo que despierta nuestra curiosidad, en busca de nuestros instintos más bajos y que nos acerca de forma irremisible al abyecto personaje. De esta forma Peeping Tom, este magnífico y macabro ejemplo de cine dentro del cine, hace del voyerismo su eje central, pero no solo argumentalmente sino también despertando nuestro lado más voyeur.
Lo mejor: La cámara subjetiva y la capacidad de empatía con el protagornista
Lo peor: Hay tantos homenajes y pseudo-plagios que puede parecer muy vista

Volver a la Portada de Logo Paperblog