Todo vino a raíz de comentar ciertas situaciones que, una vez dentro de la estabilidad de la pareja o de la familia formada por pareja+hij@/s, llegan, en principio, con toda la intención de desequilibrar esa calma y que, en función del grado de unión y complicidad del núcleo, derivan en algo mejor porque afianzan aún más lo que hay, o definitivamente se llevan al traste la estabilidad (medio ficticia o no tan "estable") que existía.Los hijos, por ejemplo, si son deseados por ambos con igual intensidad son fuente de muchas alegrías y son los responsables directos de momentos intensos e inolvidables, de esos que echas al saco de los grandes y dulces recuerdos. Sin embargo, en ocasiones también son generadores de tensiones inevitables; tensiones que crecen con el cansancio y las pocas ganas que te quedan al final del día de, ni tan siquiera, cruzar unas palabras. Y, o estás muy unido a tu pareja y tienes muy claro lo que hay entre vosotros, o en un momento de flaqueza, la vida te pega un revés y se carga tu sueño de una noche de verano.Luego están los miembros "colindantes" de ambas familias, que tienen maneras de ver la vida muy particulares, o quizás no tanto, pero el caso es que no la ven ni como tú ni como tu pareja... Y no entienden que no coincidan los puntos de vista, y ahí es cuando se dan ciertas desavenencias. Desencuentros que podrían evitarse si se tuviera presente el respeto, ese gran desconocido, o simplemente si se entendiera que cada uno vive la vida de una manera, y ¡no pasa nada! ¡Que en la variedad está el gusto! Y que por eso ni se acaba el mundo ni caerá un meteorito sobre la cabeza de nuestros hijos si no hacemos lo que nos han dicho que hagamos de cierta manera.Y, además, están los elementos externos, es decir, las personas que entran a formar parte de tu vida en el momento en que entran a formar parte de tu ámbito laboral, el de tu pareja, los amigos de tus amigos, algún vecino normal (pocos, pero aún queda alguno) y un largo etcétera de individuos/as que pasan por tu vida y la de tu núcleo familiar cual desfile de carnaval (sí, porque algunos/as son demasiado payasos como para utilizar otro término).Pues hablando de estos últimos en concreto, llegamos a la conclusión de que hay gente que a veces no debería salir de su casa, al menos no si a lo que va a dedicarse es a meter la pata de manera continua, máxime cuando esas meteduras empiezan como algo anecdótico y circunstancial, pero luego siguen y acaban como un ataque directo a tu tranquilidad, a esa de la que hablábamos antes; y se consideran ataque ya que tú a lo que te dedicas es a ir a tu bola y a la de los tuyos, poco más.El caso es que sin saber muy bien cómo, Helen y yo acabamos relacionando este último tema con el "ooooh, cómo hemos cambiadoooooooooo", y terminamos hablando de las "pelanduscas". Sí, yo tampoco lo entiendo, pero ya sabéis: dos amigas, un par de horas nocturnas sin niños y muchas cosas que contarse... ¡Miedito!En realidad, todo tiene una explicación, y aunque a esas horas hilar una conversación con otra era pan comido, ahora no soy capaz de relataros todos los pasos que nos llevaron a esa unión de temas, aunque puedo hacer una aproximación o, al menos, daros un motivo del porqué acabamos usando esa palabra. Palabra a la que, por cierto, le sacamos la acepción masculina: pelanduscos ¡y olé! Veamos, cuando somos JASP (jóvenes aunque sobradamente preparados), todos pasamos una época más o menos "fresca", es decir, en la que el ligoteo, los tonteos, los halagos provenientes del sexo opuesto (o del mismo sexo, según gustos) y un largo etcétera de términos, digamos, "hormonales" son nuestra máxima o si no lo son, al menos nutren bastante nuestra vida social y personal. Y, dicho sea de paso, nos inflan la autoestima (o eso creemos, inocencia pura), nos desestabilizan, nos amargan y endulzan y ooootro largo etcétera. Es una etapa en la que todos sacamos a relucir nuestro lado "pelandusca". Quien diga que no, ¡miente como un bellaco!En teoría con el tiempo, y digo en teoría porque cada vez me doy más cuenta de que la teoría y la práctica muchas veces están reñidas, cuando te juntas con/arrejuntas con/casas con/unes a tu pareja y convives, pues te da por proyectar planes; y conforme pasa el tiempo, sigues con esos planes, llegan los hij@s y/o animales de compañía... ¡y desaparece el "pelandusquismo" de tu vida! Insisto, y digo en teoría porque, de un tiempo para aquí, he tenido el (dis)gusto de saber de situaciones en las que pelanduscas y pelanduscos, casadas y casados, con hijos e hijas, con mascotas o sin ellas, han decidido volver a resucitar esa etapa de su vida (quizás nunca la perdieron, simplemente la llevaban bajo una piel de corderas y corderos) y ponerse a tirar trastos a diestro y siniestro, a "to' quisqui", vamos, a todo el que les ha mostrado su lado simpático, humano, amable... en fin, normal. Ni que decir tiene que, a mí personalmente, me apena enormemente que haya personas capaces de dejarse llevar por el egoísmo, la envidia y la mala idea y se dediquen en cuerpo y alma a intentar profanar templos que deberían considerar sagrados. Aunque está claro que el mundo está lleno de ignorantes e incultos, es decir, persona(je)s que son incapaces de meter la cabeza en su parcela de tierra y que necesitan hacer agujero en territorio comanche para sentir que la vida aún tiene sentido. Vamos, pelanduscas y pelanduscos en toda regla.
Pues mira tú por donde que después de reconocerme a mí misma que toda mujer (todo hombre) tiene un lado "pelandusca" a tope, faceta por otra parte, bastante necesaria cuando se trata de querer tener descendencia... me pongo a buscar la palabrita en cuestión con la duda de ¿pelandrusca o pelandusca? (toooooda la vida diciéndolo mal), y me encuentro esto:
¿De dónde sale la palabra "pelandusca"?
Bueno, esto y la definición del diccionario de la RAE y unos cuantos más en los que se define pelandusca como prostituta. ¡Tócate la nariz! Que fue leerlo y
CON M DE MAMÁ y P de PELANDUSCA