Revista Diario
El Papa visitó hace poco México. Para caerle simpático a sus fans, y a los hispanos en general, las emprendió contra el pre-candidato republicano Donald Trump. Dijo que Trump 'no es cristiano' - esto porque Trump (entre otras tonteras) dice que va a construir una muralla fronteriza para detener la inmigración ilegal, especialmente desde México.
Dijo el Papa - el representante directo de Dios en este planeta, según 2 billones de terrícolas - que quien construye murallas 'no es cristiano' y le entregó toda la potestad cristiana a los constructores 'de puentes'.
Así es que ya saben los millones que buscan escapar de las guerras y el terrorismo en Siria, Afganistán, Libia, Irak... un nuevo puente de bienvenida los espera en el corazón de Europa: el Vaticano. Si tienen problemas para pedir refugio en el reino divino solo deben mostrarle a los guardias suizos una copia del discurso papal en México. Asunto solucionado.
Para quienes miramos este mundo un poco alejados del show mediático diario, y tratamos de razonar de manera calmada e independiente, fue patético observar esta pelea entre un anciano que asegura ser el delegado de Dios y un billonario payasesco que asegura ser Dios.
Ambos, cada uno desde su particular reino de paranoia dorada, mostraron cuán ridiculamente fácil es manipular a los rebaños humanos. Ambos, vitoreados por millones de seguidores, uno porque les promete que ganarán el cielo construyendo puentes, mientras el otro les promete que defenderán el cielo construyendo murallas.
Solo queda hacerse un café, abrir un libro, poner buena música en el estéreo y mirar (solo de vez en cuando) cuán sombrío es el paisaje intelectual de las masas. Ganados que recorren el valle del mundo, de allá para acá, siguiendo campanillas, flautas, cantos de sirena, cada uno, convencido y esperanzado en la infalibilidad de su pastor y sus enseñanzas de silabario.
¿Cuántos milenios más le tomará a la Humanidad volverse adulta? - no se. Nosotros, al menos, no lo veremos. Así que mientras tanto demos gracias por el buen café y las mañanas en que parece que la primavera ya está aquí.