Revista Diario

Pelillos a la mar

Publicado el 12 abril 2011 por Mamaenalemania
En un país en el que más de uno se habrá llevado una reprimenda por comerse el embutido sin pan (¡menudo gasto!), que depilarse cueste casi lo que un neumático de invierno puede dar una idea general de la estética veraniega de sus autóctonos.
Estos días primaverales en los que por la calle pululan en armonía forros polares junto a sandalias (con calcetines, of course) y piernas lechosas y peludas no son fruto de el-sol-me-ha-pillado-por-sorpresa-y-no-me-acordé-de-pasarme-la-cuchilla, no. Es un anticipo de lo que vendrá más adelante.
Nunca he hablado de mi boda. Septiembre. En Madrid. A la española. Tirando a tradicional: traje blanco y mantilla, chaqué y Vals.
Sorprendentemente (o no) se apuntaron bastantes alemanes y yo, consciente de lo que puede arruinar una velada el sentirse over- o underdressed, intenté explicar a la parte viajera (o sea, la teutona) que aquí las bodas son… bodas.
Arreglaos y formales, bitte: Las sandalias sin calcetín, pasarse un peine (una vez al año no hace daño, lo juro) y cambiarse el forro polar made in Tchibo por un chal o similar bastaría.
Mi marido, que es un presumido (ahora creo que les llaman metrosessssuales), se vio estupendo con su chaqué y convenció a su señor Vater (de padre, no de WC) para que hiciese lo propio también.
El resto, en cuanto vio a los pingüinos, sacaron corbatas y chaquetas (de cuyas tonalidades fluorescentes no hablaré) y guardaron las Nike Air. Danke sehr.
Ese día, incluso mi biocuñada decidió que la naturaleza y su sabiduría podían irse a tomar vientos y se despejó los sobaquen (tampoco fue un gran sacrificio, por mucho que así me lo vendiese, que me consta que la Natur se la pasa por el forro cuando se trata de su cejas, sea el día que sea).
A posteriori me enteré de que la madrina (mi suegra, claro está) se puso rebelde. Por mucho que le insistieron sus hijas, se negó en rotundo a podarse las piernas. Ni de koñen, vamos, encima de que se ponía falda corta, lo que le faltaba era depilarse. Después de tantos años…
Tanto le dieron la murga a la señora, que acabó llamándome a mí pocas horas antes del evento: ¿Dónde puedo comprar medias?...mmmm… ¿medias? ¿a 30º y después de una semana en la Costa Brava?...pueeees... ¿en El Corte Inglés?.
Ese día no me fijé. Serían los nervios o los 2 vodkas que me sirvió mi madre antes de salir de casa, pero sí recuerdo haber tenido un pensamiento fugaz al verla: ¿No habían ido a la playa? ¿no quería unas medias? ¡se ha depilado!
Fue unas semanas después, cuando nos entregaron el álbum y me oí decir a mí misma “esta de aquí es mi suegra… la de verde botella y… ¿¡¿¡medias blancas!?!?”
El año que viene se casa la hippypollas. En Julio. Y va a repetir modelo. Sin medias y con pelos. O eso espero.

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