Dice mi abuela que "la gratitud es la memoria del corazón". En realidad, lo mismo podría decirse del resentimiento; pero no voy a ponerme chocante con la frase. Nada más competo: la gratitud es la memoria del corazón alegre.
El corazón sano es alegre.
Pero según por donde hayan andado, los corazones terminan con el esmalte desgastado, o con abolladuras o raspaduras; incluso retorcidos e irreconocibles. Se merma su salud y así no pueden estar alegres.
Agradecer devuelve la alegría al corazón, pero entramos en paradoja...
Lo que más agradezco a Dios, es haber restaurado mi corazón. Creo que fue su primer paso en la recuperación de mi alma, y agradezco infinitamente ese orden, porque es muy triste vivir con el corazón lastimado: no se puede amar plenamente.
Silvia Parque