Peor…imposible

Publicado el 21 noviembre 2015 por Perropuka
Son las tres de la tarde de hoy sábado, una intensa ola de calor sacude la ciudad desde hace una semana o más, lo correcto sería decir que la cuece como a fuego lento. Ni una ráfaga de aire que refresque este sopor que percibo ahora mismo en la nuca, menos mal que no soy transpirador pero igual siento esa incomodidad pringosa de la piel que parece sofocarse debajo de la polera. Siento que ríos de grasa me bajan lentamente por el pescuezo mientras voy caminando. El cálido escozor va en aumento. El cuello redondo de la prenda me pesa tal cual una cabeza sometida al suplicio del cepo. Ni qué decir de los “clásicos” jeans que me hacen sentir como embutido en pitillos. Quiero llegar de una vez a casa y sumergirme en cualquier charco.

Retorno de una cita con el dentista. Mala pata fue pactar la sesión para después del almuerzo y así tener libre el resto de la tarde. Los atardeceres me agobian y me da infinita pereza tener que salir otra vez a cumplir con cualquier actividad, a menos que alguien se esté muriendo. Y no, mi muela tampoco se estaba muriendo para obligarme a acudir a esa hora. La impaciencia por terminar de una vez con el tratamiento me jugó una mala pasada. Como absoluto querendón del fútbol de alto nivel cometí el peor de los pecados posibles: me perdí el Clásico español, y por sus connotancias históricas, uno de colección para cualquier barcelonista. Quinientos millones de hinchas disfrutaron de la fiesta mientras yo aguardaba en la recepción de un consultorio. Entre todos los olvidos, el peor, haberme olvidado el horario exacto del partido y hacerlo coincidir con mi tratamiento. Mi salud y el hecho de que daba como casi seguro ganador al Madrid habían inclinado la balanza para no postergar el otro tema. Fue como obrar al revés: la razón se antepuso a la emoción, y aquí estoy lamentándolo por primera vez.  Se cuenta que anoche el estadio cochabambino parecía un gigantesco concilio de alaridos. Y con las altas temperaturas reinantes aquello habrá sido un infierno. Ya me imagino que cualquier despistado que andaba por ahí habrá quedado con los tímpanos destrozados y no por culpa de los potentes y gigantescos parlantes instalados en el escenario. Un listillo perpetrador de hits pegadizos puso a delirar a miles de fanáticas teens y a sus no pocas madrecitas que chillaban al unísono cada vez que el cuarentón vestido como veinteañero soltaba sus acostumbrados quejidos de baladista Disney transformado en bachatero de última hora. Y no le perdono a Juan Luis Guerra que se haya rebajado a grabar un dueto con él. Los artistas de hoy cada vez poseen menos respeto por sí mismos. Y los mierdosos Grammys son el perfecto síntoma.No sé qué es peor en esta vida: si sufrir una experiencia tenebrosa en un concierto de Enrique Iglesias por acompañar a la novia o a esa mina que se tiene entre ceja y ceja; o perderse un baile, el baile que le dio el Barcelona al esperpéntico Madrid en su propia casa hace un par de horas, con Messi casi como espectador de lujo, según me voy enterando. Mientras se dilucida el asunto, me convenzo de que el pegajoso sudor de mi cogote necesita urgentemente un chorro de agua fría. Aquí termino esto de una vez…que bajo la ducha yo también puedo cantar como el susodicho.