Voy a decir algo hoy, me confieso ante vosotros hermanos, porque he pecado. Mea culpa, oh, mea, muy mea.
De los más de 500 relatos, poemas y opiniones que he publicado en mi blog, muchos son pura imaginación calenturienta de la que suscribe y otro tanto es realidad: Una verdad maquillada como solo escritores con mi imaginación pueden hacer (no tengo abuelos y ni falta que hace. Lo que es, es). Debo reconocer que en Facebook he leído publicaciones de más de una docena de colegas (escritores unos y prosistas facebookianos otros, hasta que se animen a escribir profesionalmente) ante los que, si lo usara, me quitaría el sombrero. Son muy buenos, imaginativos, nada redundantes, frescos y merecen tener sus muros saturados de "Me Gusta". Quizás compartan conmigo que se escribe mejor de lo que se conoce que de lo que no, y que los comienzos literarios precisamente van por ahí. Eso que dicen de la retroalimentación del escritor es una cosilla que tiene su aquel de verdad. Hace poco un colega me decía "Aidi no uses nuestra amistad como fuente de inspiración, que me da yuyu" y yo le respondí que él no me daba chicha.
Recuerdo mis comienzos y no he publicado nada de aquellos momentos, salvo en mi blog y que estos fueron precisamente porque algo muy personal me movió a escribir. Y mira tú, me leyeron amigas y amigos y me dijeron "joder, Aidi, escribes de puta madre". Y aquí fue cuando Aidi, ya sin necesidad de escribir como terapia alternativa al psicólogo, empezó a tirar del hilo de la imaginación y sacó la friolera de cuatro novelas y un libro de relatos.
Ahora la inspiración en hechos reales solo la uso para momentos puntuales y esos, siempre de modo discreto y elegante, son maquillados como relatos y van al blog, mi cuaderno de bitácoras, íntimo y personal y en el que me siento más cómoda a la hora de escribir.
De todo lo que publico en redes sociales algunos lectores me han preguntado si esa tal Citanita era yo o si el amante cabrón ha sido mi amante bandido y, la verdad, no han acertado ni una. Precisamente cuando he escrito un relato basado en una experiencia personal o de un amigo o familiar (con su permiso y muy, muy tuneado), no se ha dado cuenta ni el tato, salvo quienes sabían de la historia porque son personas muy allegadas a mi entorno o los protagonistas. Cuando la protagonista era yo, en un ejercicio reflexivo me he dicho que era el momento de sacar a pasear a la mujer perversa que soy a veces.
Lo que más inspira y más me motiva también es la "no amistad, pero sí" , esa palabreja que me llegó hoy mañana a la cabeza y que descubrí que una banda de música ya había inventado: el término "querodio" o "querodiar", que da para mucha literatura. Algo que también inspira mis relatos es sacar los demonios fuera. A veces me veo fuera de lugar, de tiempo, qué sé yo. En ocasiones veo el pasado como algo inacabado y que debo dejar salir como si se tratara de un fantasma para volver a mi estado zen ideal. Otras veces me quedo mirando este muro y me digo que como mi muro que es, escribo en él lo que me viene en gana y que los ofendidos se pueden dar el piro porque las opiniones son libres y quien se pica es porque no sabe qué es la libertad de expresión. He andado reflexionando sobre el temita para escribir esta entrada.
Me saltó un Pepito Grillo insoportable que no me dejó en todo el día. Todo el tiempo fastidiando acerca de la libertad de escribir. Luego reflexioné. Los escritores somos locos reflexivos o irreflexivos cuerdos que escriben para que otros lloren o rían con lo que no vivieron como si lo hubieran vivido. Pero de ahí a que te digan que has hecho pupa con tu historia... Es como si uno se tira un pedo, el que está al lado relata cómo huele y se queja del apestoso olor uno que está a 500 Km de los susodichos.
Avisados estáis de que os habéis quedado sin conciencia que os martillee porque ayer por la noche metí un zapatazo a Pepito Grillo y le di sus restos aplastados a mi Pepa para que se los comiera. Sorry. Es la vida. Muy cruel.