Alguien dejó en el asiento del bus esta pajarita de papel. No tiene ni dos centímetros. Quizás pensó que acabaría pisada por algún viajero de la línea 422. Tal vez nunca imaginó que, lejos de tener una efímera "vida", terminaría en mi recibidor y, menos aún, que algo tan pequeño me alegrara ayer el día.