Revista Diario

Pequeñas historias de día a día (uno)

Publicado el 30 abril 2012 por Maricari
Ya estaba acostumbrada que en su casa no subiera nada, ni la espuma en el baño ni el flan de huevos que tantas alegrías diera a su abuela, y que sin embargo ella, no tenía más remedio que vaciar en una sopera para no despilfarrarlo pues en su soledad le duraba varios días.


Pequeñas historias de día a día (uno)Pero el colmo era el señor decorativo de la escalera de forja, pues todas las mañanas le posicionaba concienzudamente en el escalón más alto, en el último, para que le diera suerte y empezar graciosa el día, para atraer las buenas vibraciones de los demás; con una sonrisa en la boca se agachaba a recoger a ese holgazán y de un salto lo hacía subir 8 escalones de puntillas contando en voz alta animosamente, uno tras otro, 3, 4, 5, 6, 7 y 8, ¡ahí se queda señor mío! Pero al regresar de su aburrido trabajo y abrir la puerta de su blanco y solitario hogar, ¡zas! veía al señor suyo casi por los suelos, como su ánimo, y ahí lo dejaba, por falta de fuerzas.


Un arrastre más de pies y soltaba las llaves en un platito sobre el taquillón y, a medida que se dirigía maquinalmente al baño de su dormitorio, iba perdiendo la ropa arrojándola al suelo como si con cada prenda se quitase una pesadez de su alma, haciendo un alto al pasar por la cocina, solo tomaba conciencia de su desnudez de cintura para arriba cuando, maquinalmente también, abría la nevera y al incorporarse veía sus senos encogidos, tristes y se sentía más culpable pagándolo a cucharazos con el resto del flan en la sopera, donde ya vivía permanentemente entre despojos el objeto de acero inoxidable. 
Cerraba de un golpe de castigo el frío mueble y tragaba a boca llena el dulce, así llegaba saboreando su regusto hasta la bañera justo al tiempo de abrir los grifos y pisar desnuda la minúscula braga que ya rodaba por los suelos.  
Se recogía el cabello en un moño alto para evitar mojarlo mientras relamía sus labios en busca del rastro caramelizado de su cena, porque no se podía permitir engordar más, pensaba mientras se miraba en un espejo de cuerpo entero y comprobaba con la mano que el agua se templaba para recibirla.


Sonrió mirando el último frasco comprado de gel que garantizaba, en su etiqueta, un sorprendente baño de espuma. ¡Infalible!, se dijo, mientras vertía la mitad de su contenido en la rebosante bañera. Agitó profusamente con su mano la superficie acuosa y se introdujo en un mundo de subidas y crecidas con olor a rosas. Pero instantáneamente en su interior se producía un cierto malestar pues el agua le tapaba completamente hasta la cabeza no así la espuma que se había marchado con un tal Arquímides dejándola como el flan, decaída en una sopera de metro y medio de largo por 70 centímetros de ancho, y 60 de profundo donde había ido a parar la pinza de su cabello.


Pequeñas historias de día a día (uno)Era su sino, nada ni nadie batía su mundo, y ya no podía refugiarse en el flan, se lo había terminado, así que envolvió su cabello mojado en una toalla de manos, y dejó que su cuerpo se secase al aire de su habitación mientras sacaba un pijama limpio del armario y un par de valium del cajón de su mesilla de noche, además tomó el antifaz azul époque y se metió en la cama.


Sonó el despertador a las 7 en punto, y como en sueños, se aseó la suciedad marital inexistente en el baño, eligió una ropa a tientas y se subió a sus zapatos. Al pasar por el señor de la escalera, lo alzó a lo más alto y lo amarró allí con tela adhesiva en varias vueltas, tomó las llaves del taquillón, salió al rellano y giró la cabeza para comprobar que el señor amarrado seguía en lo alto antes de cerrar de un portazo. Decididamente hoy sería un día de subidón quisiera él o no.
P.D.: "Si queremos algo y nos empeñamos... "
{¡B U E N A_____S U E R T E!}
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