Infantil, pequeño, mediano, grande, gigante, ¿no os gustan como los cines clasifican sus raciones de palomitas? ¿Y por qué habrían de gustaros? Después de todo, ¿quién otorgó al cine potestad para definar lo que es mediano? Ellos mismos.
Hay una tentación obvia: irse a por el tamaño macho… ¡ay! quise decir gigante y ahora no me funciona la tecla de borrar. Y es que uno, sobre todo cuando es de edad jovencito creyéndose macho… esto… adulto, quería decir adulto, no sé lo que me pasa, debe ser el lapsus freudiano ese. Repito, uno, sobre todo cuando es de edad jovencito, le gusta impresionar a los demás y así mismo endilgándose el gigante. ¡Cómo impresionamos!, sí, desde luego que sí, a la señorita báscula, que con cada almuerzo gigante incrementa nuestra puntuación en kilos.
La tentación más peligrosa es la más sutil
Cuando era niño, vivía en Liliput. Entonces no lo sabía, pensaba que vivía en un país normal, pero resulta que en esa época, todo en España era más chico. Cuando nos enriquecimos, todo se hizo más grande. Los bombillos daban más luz, los coches se alargaban y los paquetes de palomitas se hicieron inmensos: el tamaño pequeño nuevo era mayor que el antiguo tamaño grande. Es decir, lo que antes no comían ni los más tragones en público, resultaba ser “normal”. Y lo normal cuesta verlo como malo.
Es como la esclavitud o el colonialismo, en sus tiempos cosas muy normales. Cuidado con lo que es normal en tu país, comunidad o en tu familia.
Más allá de las palomitas
Ya habréis adivinado que me parece estúpido dejar la decisión de lo que es normal a los vendedores. Quien compra ha de ser tan concienzudo como el que vende. Esto vale para las palomitas y los refrescos, sí, pero también para comprar una vivienda, emprender un viaje o estudiar una carrera.
Permitidme desarrollar el último ejemplo, porque puede ser el de más difícil explicación. La más noble de las universidad, que se ocupe sólo de desarrollar los miembros de la comunidad educativa, no puede definir para cada alumno cuál debe ser su camino. Un estudiante de 18 años dedicado completamente a la carrera y con un proyecto brillante más allá de ésta definirá su normalidad de forma diferente a un directivo que decide emprender un máster a tiempo parcial o un señor recién jubilado que aprovecha ahora para cultivar su persona.
Siempre es tentador la machada, siempre es tentadora la mediocridad, porque es mucho más fácil que la pregunta que os propongo guardéis preparada para este tipo de ocasiones.
¿Qué necesitan mis sueños?
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