Romperé el arrullo,
De tu voz inquebrantable,
En la ladera de mis sueños.
Caminaré desnuda,
Sobre jardines de diminutas rocas,
Donde derramaste tu olvido.
Sentiré en las hendiduras de mis pies,
Tu ausencia dolorosa, placentera,
Seré como la enredadera,
Me trenzaré en cada pliego tostado en la arena.
Y ahora, todo el campo es desnudo,
Y las rocas diminutas se han hecho mías,
Y la frialdad de tu ausencia, se ha quedado con la vida mía.
MAR