«Qué poco dura la alegría en la casa del pobre». Hay que tener cuidado con las cosas que se dicen, que parece que hay alguien oyendo deseando de llevarte la contraria o darte la razón conforme a lo que menos te convenga. Mmmm esto suena a auténtica manía persecutoria. ¿No os dije que se me daba mal conservar las gafas de sol? Qué poquito he tardado esta vez en perderlas, solo que de manera muy distinta.
Me explicaré, la penúltima vez no sabía dónde las había puesto, esto hace que las sigas buscando, que no te resignes a su pérdida. Esta vez lo sé perfectamente. Se me ocurrió bajar con ellas hasta el escenario vestido de Don Hilarión simulando que hacía de turista o de ciego con bastón, un chiste de última hora para la última función. Como me tocaba salir al escenario le pedí al regidor, un tío encantador, que me las guardara. Para ser mas exactos le pregunté si las podía dejar en su mesa, me dijo que sí delante de su compañera. Como no volví a buscarlas allí se quedaron… hasta que alguien las adoptó.
Dónde queda ahora mi reflexión alegórica del otro día, en el sentido de que había recuperado mis gafas por lo brillante que se presentaba mi futuro. ¿Se acabó el brillo con la última función del Viva Madrid?, tiene mucho sentido. Se avecinan tiempos de trabajar en la sombra, más sacrificadamente. Sea como tenga que ser, con tal de salir adelante.