No sé qué ha pasado, no sé en qué clase de mundo me he envuelto al ver tu sonrisa. No sé y no saber te vuelve loca. Te veo y siento un atardecer contigo, en cualquier lugar veo el frío que provoca tu presencia, me conformo con verte pasar y sentir el viento que mueves con tu aroma. Me encantaría acercarme a ti y besarte en cada rincón oculto de tu cuerpo. Todavía no te tengo y siento el dolor de perderte, siento que estás en mi cabeza sin permitir que otras manos me toquen, sin tener ganas de sentir otros brazos que no sean los tuyos, sin poder rozar otras manos en un encuentro inesperado. Puedo alcanzarte con la mirada, puedo saber que quieres arrancarme todos los miedos y así soltar los tuyos sobre mi cuerpo, puedo consolarte en un encuentro de miradas, puedo calzar los sueños que veo en tus entrañas y correr hasta desmayarme en un suspiro donde salten tus lágrimas.
Sabes que recuerdo todo aquello que ya no sé si fue real o un sueño, recuerdo el mínimo contacto de cariño entre nuestras piernas o el roce de nuestros brazos haciendo bonitos los amaneceres. Haciendo bonito madrugar con sonrisas, sentir pinchazos en el corazón y ocultar el misterio de querernos tanto. Ya no puedo con más mentiras pero decir la verdad es de valientes y me he acostumbrado a ser una cobarde mientras tú finges no sentir nada. Que no hace falta que diga las ganas que tengo de acercarme a ti y calentar esas manos frías, esas manos que nos han separado de la realidad en algún momento de la vida.
No quiero convertir esto en una despedida, quiero que sientas que no siempre la tristeza la marca una palabra, que el poder y no querer duele más que millones de palabras envueltas en una despedida.
Quiero que sepas
que voy a sentirte aunque sea lo último que haga en la vida.