En el horizonte una barca avanzaba despacio, escapando de la orilla a golpe de remo.
Sin saber cómo, el horizonte les llamaba y avanzaban despacio, sin prisa, hacia él.Con la mente en blanco, sin miedo, ni a la noche ni a lo desconocido vagaban por la orilla, solo sus chancletas al chocar con el agua rompían el silencio de aquella cala a la que sin saber cómo habían llegado.Una diminuta luz en el casi infinito cielo azul, rompía la obscuridad de aquella noche sin luna, algún faro de alguna isla perdida en la inmensidad de aquel océano que no parecía tener fin.
Alguna vez en sueños, se había sorprendido en medio de la noche, bañándose en aquellas gélidas aguas en compañía de algunos fieros mamíferos como las grandes ballenas que tanto le gustaba admirar.
Disfrutaba buceando al amanecer, con el despertar del sol y bañándose con la obscuridad alumbrado por los luceros de la noche.Con la claridad de la luna llena y el calor de la fogata donde asaron los peces que aquella noche fueron su alimento, se quedaron dormidos el uno junto al otro, protegidos por el saliente de aquella solitaria cala.
El frío le despertó y se encontró solo, aturdido, los rescoldos de la fogata le hacían compañía, aún era de noche, escucho un ruido y sus instintos le hicieron levantarse rápidamente, pegando un gran salto.¡Ufff...!, Que alivio, un extraño animal que nunca había visto antes se abalanzo mostrando sus brillantes y largos dientes.
Rápidamente, su cuerpo se puso en alerta, ¿Dónde estaba ella? Pensó lo peor.
No dudaba de su fortaleza, sus rápidos y ágiles además de graciosos movimientos, pero la noche era traicionera, llena de desagradables sorpresas.Vio brillar algo a su derecha al mismo tiempo que una suave y delicada piel le agarraba el brazo y le indicaba silencio.Menos mal que estaba a salvo, otra vez debía ser aquel extraño animal que momentos antes intento sorprenderle mientras dormía.No había tiempo que perder.Si
alguien les hubiera estado observando diría que estaban dormidos o incluso muertos, pero no era así, el hecho es que estaban en una latente quietud que parecía casi imposible.Solo el instinto de supervivencia, el miedo ante la muerte, puede llegar a conseguir tales reacciones.Permanecieron así hasta que los primeros rayos de luz comenzaron a reflejarse en el agua.Muy despacio miraron a uno y a otro lado sin apenas realizar movimiento alguno.
Entonces al unísono, como si entre sus mentes existiera conexión se pusieron en pie.Se dieron un baño en las gélidas aguas, realizaron algunos ejercicios para mantener su cuerpo al mismo tiempo caliente y en forma.
Buscaron alimento pues sin reservas no podrían continuar su camino.
Iban lo sabían a la deriva.
No había punto de retorno. Tenían que continuar avanzando.Casi sin hablar, iban y venían de un extremo a otro de la playa, se sumergían en el pequeño bosque que poblaba aquel lugar.
Ambos decidieron que el mejor lugar para pasar la noche era la barca.Pero debían intentar que no permaneciera sobre la arena.No pensaban en dormir mucho, pero por lo menos descansar un poco, sabiendo que no había un felino extraño acechándoles.Con el esfuerzo realizado no apreciaron el frescor de la tarde.Encontraron el lugar casi perfecto aunque tal vez un poco alejado de la playa.Buscaron dos árboles lo suficientemente robustos para aguantar no solo el peso de la barca, si no también el suyo.El problema era que debían estar a una distancia determinada no mucho mayor de la longitud de la barca.Él se ocupo de hacer una cama lo suficientemente grande para alojar el fuego de la hoguera que debía permanecer toda la noche encendida.Cómo conseguir que ni el frío, ni el viento apagaran aquellas llamas que podrían ser la barrera entre la vida y la muerte.Los pusieron al fuego junto con los peces y mientras la cena estaba lista, se pusieron manos a la obra
Ella siempre había sido muy creativa, sus iniciativas le habían llevado a conseguir el mejor puesto que una mujer podía desear en su empresa.
Cogió unos cocos y los abrió con cuidado de no romperlos demasiado. Entrelazo unas ristras de algas secas que la marea debió arribar hacia ya varios días hasta conseguir fuertes sogas. Y las fue uniendo con trozos de huesos que había en la orilla.
Dentro de los cocos, puso una especie de aceite en el que estaban impregnados unas extrañas flores de obscuros, feos colores, y corto en pequeñas astillas las ramas que fue encontrando por el suelo.Ya tenían luces con que alumbrar el lugar donde iban a pasar la noche.¿Cómo enganchar las lianas para izar la barca a los árboles?
Por suerte la barca tenía dos anillas que debían haber servido antaño para ser izadas a los barcos de los pescadores.Izan trepo por uno de los árboles llevando atada a su cintura un extremo de la liana y Elsa hizo lo propio en el otro.
Ambos debían sincronizarse en este preciso momento. Era ya casi de noche cuando todo estuvo listo. Antes de bajar a la arena, revisaron todo.
No podía quedar ningún cabo suelto.Continuará………..
María José Luque Fernández.
Sonrisas de Camaleón.