Florencia es una ciudad única por la riqueza de su patrimonio artístico y esta cualidad se extiende al arte del perfume. Estos elixires cuya creación mucho tiene en común con la tarea incansable de los alquimistas para mutar la piedra bruta en oro me generan asombro y misterio: es necesario un don especial para conjugar ciertos ingredientes de modo tal que resulte una fragancia irresistible, generadora de un halo de atracción en quien la porta.
Así fue que una tarde, antes de cruzar el Ponte Vecchio para regresar al hotel luego de visitar el Palazzo Pitti, Juan me acompañó a bordear el río Arno camino a la Vía de` Bardi, para encontrar en el número 12 la boutique de Lorenzo Villoresi, quien en el año 1981 comenzó a crear perfumes a partir de la inspiración resultante de sus viajes a Medio Oriente. Con el correr del tiempo, este hijo dilecto de Florencia ha procurado recrear tanto el aroma del Mediterráneo como las fragancias de los mercados, los jardines y las flores de su tierra natal.
Pese a la profusa cantidad de efluvios que componen la colección Villoresi, algunos de las cuales se han convertido en verdaderos objetos de culto, este admirador de la belleza en sí misma y para quien lo bello configura un puente hacia el paraíso aún sueña con crear un perfume que recree el olor del desierto, la esencia de la libertad que se desprende de la conjunción del cielo y la arena. Mientras tanto y haciendo votos para que cumpla su sueño, la visita a su palazzo deviene imprescindible para los amantes de sus creaciones que visitan Florencia.
Di Massimo, doctorado en farmacia desde 1965, se dedicó a estudiar apasionadamente los principios de la fitocosmética y la fitoterapia, convencido de la necesidad de armonizar cuerpo-mente y espíritu de manera integral, evitando los dañinos conservantes y químicos. Cada vez más imbuido de las tradiciones naturalistas, con el tiempo incursionó en el universo de las fragancias elaborando perfumes artesanales a los que bautizó con el nombre de la ciudad.
Una pluralidad de materias primas se pueden encontrar en las diversas composiciones que ofrece i Profumi di Firenze: cítricos, aromáticos, florales, frutales, especias, gourmands… Todos tributan en definitiva a la memoria de Caterina Sforza de´Medici, cuyo manuscrito Experimenti fue la punta de lanza para situar a Florencia en el cenit renacentista de la perfumería. Y todos procuran retrotraernos, en palabras de di Massimo, “… a aquella parte tierna de nuestra memoria que remite a la primera infancia y a la juventud, y para reencontrarla basta con la fresca, dulce y encantadora fragancia de un perfume de Florencia”.
La fotografía corresponde al sitio web del blog Spezierie Palazzo Vecchio.
Officina Profumo-Farmaceutica di Santa María Novella
En el siglo XVIII, la fama de las fórmulas magistrales elaboradas por los frailes boticarios llegaba a destinos tan lejanos como China, India y la Rusia de los zares. El siglo XIX trajo consigo la unificación italiana y la confiscación de los bienes de la iglesia por el gobierno central; la antigua farmacia fue cedida a Cesare Augusto Stefani, sobrino del último fraile director; hasta la fecha, las cuatro generaciones que lo sucedieron tuvieron a su cargo la antigua Officina.
La tradición dominica ha cedido el paso a la belleza y el edificio donde otrora se encontraba la farmacia resulta una visita obligada en Florencia, porque más allá de constituir un verdadero santuario del perfume, su magnífica arquitectura con pisos de mármol, vitrales y frescos bajo los altos techos abovedados conforman el espacio donde otrora se encontraba el antiguo laboratorio dominico, y deja boquiabierto a quien lo visita con el propósito de adquirir alguna creación perfumada.