Desde que estoy embarazada, me fijo más en cómo hablan las mamás con sus hijos. Tal vez porque estudié Psicología, puedo ver no solo lo que consiguen en el momento, sino lo que conseguirán a largo plazo.
Hace unos meses estuve en casa de una mujer con cuatro hijos. Mientras estábamos ocupadas, ocurrió que uno de sus adolescentes anunció que no haría algo que debía hacer. Su mamá tuvo que encargarse del asunto, mientras trataba de seguir en lo que ella y yo estábamos. La vi pasar de una petición amable, a una instrucción directa, un par de explicaciones, y finalmente, a exponer qué tendría que hacer el chico antes de abandonar la tarea que estaba evadiendo. Juzgando rápido podría parecer que simplemente, el jovencito se salió con la suya. Pero no es simple. No es fácil lidiar con un adolescente, y debió ser complicado atender la situación y atenderme a mí al mismo tiempo. Como yo lo veo: ella se mantuvo firme, y perdió el encuentro. No hubo un visto bueno para lo que iba a ser permitido, y por el tono de la interacción, puede suponerse que en otro momento habría una conversación al respecto. Para mí, lo que importa es que se mantuvo firme.
No podemos más de lo que podemos; se trata de no abandonar el puesto.
Silvia Parque