Si algún día llegó a comprender, desde mi ignorancia extranjera, lo que es el peronismo, quizá pueda ganarme la vida como corresponsal de algún medio de comunicación español. El desconcierto es tan evidente que el pasado viernes, magistralmente como siempre, Juan José Millás lo explicaba, o al menos lo intentaba, así (EL PAÍS, contraportada, 28 de octubre de 2011):
Peronismos. En Argentina siempre ganan las elecciones los mismos que las pierden, los peronistas. … La capacidad del peronismo para no significar nada al tiempo de significarlo todo es un jeroglífico de altura, una adivinanza imposible. … Si el peronismo fuera un bolígrafo resultaría tan útil para escribir como para desescribir. Hay que poner en marcha la Lotería Nacional Peronista que toque cuando no toque y que no toque cuando toque, pero sobre todo que toque y no toque al mismo agraciado, que será también, por eso mismo, un perdedor victorioso o un vencedor perdido. Ni idea de en qué categoría incluir a Cristina Fernández, quizá en las dos.
Mi mujer me ha intentado explicar didácticamente, por algo es enseñante, la diferencia entre peronismo y peronismo, pero yo que solo soy argentino consorte, sinceramente no lo entiendo. Vamos, que estoy suspenso en peronismo. Pero no crean ustedes, es que la lección es muy difícil. Vean si no: Juan Domingo Perón, que era militar pero todavía no peronista, apoyó el golpe y la posterior revolución de los generales Rawson y Ramírez (1943), llegando a ser uno de los hombres más importantes de aquel régimen en el que llego a ostentar simultáneamente los cargos de coronel del ejército, vicepresidente del gobierno, secretario de la Guerra y secretario de Trabajo y Previsión. Perdió la confianza de sus compañeros en 1945 y habiendo sido lo que fue, consiguió alcanzar posteriormente la presidencia en elecciones democráticas. Primer lío para los malos estudiantes como yo: militar golpista, vicepresidente revolucionario, opositor y contrarrevolucionario, prisionero (primero en Isla Martín y luego en el Hospital Militar), liberado por el apoyo sindical y posterior presidente electo de la nación argentina con el 55% de los votos. Y todo eso en el periodo 1943-1946. Sin duda, récord del mundo.
Durante su primera presidencia se consolida en el poder, disuelve el Partido Laborista y lo integra en el recién creado Partido Peronista, durante poco tiempo llamado Partido Único de la Revolución (no les recuerda todo esto a la Francia Napoleónica o la Venezuela Chavista). Sí, ya lo sé, soy un ignorante y por eso se me ocurren este tipo de analogías. En eso estoy, con la asignatura pendiente para septiembre. Pero no se vayan, que a partir de 1947, el Partido Peronista, de corte presidencialista, se divide en tres movimientos: el sindical, el político y el femenino (aquí el paralelismo es aún peor, pues la palabra “movimiento”, sindical nacionalismo y sección femenina, ya saben los españoles a qué nos recuerda por aquí).
A partir de los años 70, las tres ramas del movimiento aceptan una cuarta, la juventud peronista. Toma ya con eso de las “nuevas generaciones”. Entre medias de todo esto, la segunda presidencia de Perón, pero eso lo vamos a dejar para otra ocasión pues apenas tenemos 90 segundos por post. Porque en esta segunda presidencia la Fuerza Aérea, opositora al presidente, bombardea salvajemente la Plaza de Mayo causando centenares de muertos, en el entorno de mil, aunque no se han desvelado nunca las cifras verdaderas, y el pueblo, apoyando a Perón, se alza en rebelión y quema varias iglesias en Buenos Aires (o sea, como la Legión Cóndor, el bombardeo de Guernica, la revolución francesa o la de Asturias, pero todo junto). ¿Ven cómo es normal suspender? Lío total. Aquellos con los que empezó, fueron al final sus más salvajes y encarnizados enemigos.
El caso es que hoy el peronismo, está dividido en dos, el oficial y el disidente. Difícil de explicar pero gráfico de no entender: el peronismo oficial agrupa a los sectores que se mantienen dentro del Partido Justicialista, en tanto que el peronismo disidente agrupa a las corrientes que, por discrepar del justicialismo, se organizaron por fuera del mismo. Y así resulta que son o fueron peronistas oficialistas, Eduardo Duhalde (duhaldismo) y Néstor Kirchner (kirchnerismo, que sigue representado a través de su esposa, Cristina Fernández). También son peronistas, pero disidentes, y enfrentados (por supuesto) entre sí, Carlos Menem (menemismo), que también fue presidente de la nación, y los hermanos Adolfo y Alberto Rodríguez Saá (adolfismo), si bien dentro del peronismo disidente también se ubicaron desde un primer momento otros dirigentes como Ramón Puerta o el dirigente sindical Luis Barrionuevo (ultramenemismo). En 2003 también integraba el peronismo disidente dentro del menemismo, el millonario Francisco de Narváez, que posteriormente lideró otra corriente propia. Por eso se puede ser peronista de izquierdas (kirchnerismo) o de derechas (menemismo), que de todo hay. Y por supuesto si eres de uno, no puedes ser del otro y viceversa: peronista kirchnerista y antimenemista o peronista menemista o ultramenemista anti peronista kirchnerista.
En fin, dicho lo dicho, no encuentro en la historia otro ejemplo de mayor talento que el del propio emperador Constantino, cristiano y pagano a la vez, emperador simultáneo del Imperio (romano) de Oriente y también del de Occidente.
Misterios sin resolver: el peronismo es tan indescifrable para un foráneo, como la tauromaquia si no eres franco-español o el criquet si no eres hijo de su graciosa majestad británica.
Luis Cercós (LC-Architects)
Madrid – Buenos Aires