Revista Literatura

Personajes de novela

Publicado el 17 marzo 2012 por Gasolinero

Hay personas que podrían ser personajes de una novela de Delibes, o peor aún, de Cela. Había una vez un señor completamente cuadrado. Esto es, con todas sus dimensiones iguales: medía lo mismo de alto que de ancho, como el más perfecto de los paralepípedos. Establecía una total comunión con todos los olores de la humanidad: era capaz de concentrar en su ser los aromas de los seis mil millones de personas que habitan este planeta, con especial empeño en los malos.

El padre tuvo un negocio de leña. Era ínfimo, pero muy valiente y un trabajador incansable, llevaba una boina, holgada en su cabeza pero que hubiese servido de kipa al judío con el torrado más escaso de las doce tribus. Vestía blusón negro, anduvo con mulas hasta el final. Recuerdo verlo pasar llevando una caballería del  ronzal camino del herrador; daba miedo verlo tirando del mulo, al que apenas llegaba a la rodilla, parecía que lo iba a pisar y a dejarlo estampado en el suelo como a un tábano.

Personajes de novelaLa madre era morena y con coleta. Una Bernarda Alba con ojos grandes como platos y la boca como una escopeta. Cuando murió el marido, vendieron las mulas, compraron un tractor y se cubrió la cabeza con un pañuelo negro. Quitaron el negocio de los palos y se dedicaron a la agricultura, también echaban jornales arando con el tractor en lo ajeno. La madre mandaba como una matrona de western y el hijo obedecía servilmente. Iba siempre con él, donde fuese, montada en el tractor y dándole órdenes a gritos.

La esposa, a la que llamaba «mi novia», pintaba menos que Panta en la música. Sabía callar y mirar al suelo cuando la suegra tronaba, ese signo de humildad agradaba mucho a la matriarca, que no se cansaba de alabar las bondades de la nuera. Nuestro amigo sonreía siempre, con una sonrisa más falsa que el beso de Judas y repetía «perfectamente señor» como muletilla. Llamaba «corazón» a todo el mundo.

Cierto sábado por la mañana un paisano fue a ver un olivar que tenía en el monte, en la carretera de El Bonillo, pues estaba cerca la recolección. Cuando llegó se encontró con nuestro amigo y la madre ordeñando olivos a brazo partido. Cautamente y sin perder la compostura, el dueño les preguntó por lo que hacían.

—Pues aquí, cogiendo estos olivos de un señor de Madrid que nos ha contratado. —dijo el mostrenco.

Al amo del olivar le hervía la sangre. En vez de enfrentarse con ellos se vino al cuartel y se llevo al sargento a la parcela. Cuando regresaron, el picoleto, que iba de paisano, les pidió explicaciones.

—Cogiendo este olivar, que es de un señor de Madrid que nos ha contratado. Ya se lo hemos dicho a tu amigo —volvió a repetir el hijo, sin dejar ninguno de coger olivas.

—«Mi amigo» es el dueño del olivar y yo soy el sargento de la Guardia Civil. —dijo— Y os vais a venir los dos al cuartel ahora mismo. Venga tú, —le dijo al mazorco—  trae aquí el carnet de identidad ahora mismo.

Nuestro amigo se echo mano a la cartera y sacando la cédula fue a dársela al de la pestañí. La madre intervino:

—Tú no le des el carnet a nadie, hijo mío, que  hay gente muy mala en este mundo.

http://www.youtube.com/watch?v=UvrwFOM10Zc


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