Mis balances personales no suelen sorprenderme -como a la mayoría- en el último día del año, sino al acercarse el aniversario de mi nacimiento: el 31 de agosto de cada verano. Siguiendo la racha de desahogo que esta nuestra página me ofrece, dejaré por escrito qué sí y qué no me va, a dos semanas de ganarme los 49. ¡Ay!
Es una entrada personalísima, pero no por ello habría que castigar (o seguir castigando) a la autora. Compréndase: ya estoy mayor…
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SÍ a:
-Leer y escribir: cuanto más leo, más ignorante me sé. Cuanto más escribo, menos culpable me siento.
-La autenticidad: mía cada vez más y de quienes me rodean, que son pocos pero geniales.
-La lealtad: el apoyo constante, sincero, altruista, afectuoso… Una suerte.
-La constancia: que suple la posible falta de inteligencia.
-Sentir: preferentemente lo bueno, pero sin desdeñar lo malo.
-Amar: como el primer día.
-Aceptar: lo irremediable con una sonrisa. Hay quien merece esa pena.
-Agradecer: la vida y sus diferentes etapas.
-La amistad: que levanta y fortalece.
-La paz: en cualquier momento y lugar.
NO a:
-Sufrir: más que lo necesario y por los necesarios.
-Perdonar: sin mediar disculpas o arrepentimiento.
-Rendirse: ¿quién dijo miedo?
-La queja: si no va seguida de la acción para mejorar.
-La vulgaridad: tan común.
-El infantilismo: tan difícil de superar.
-La pereza: propia de cigarras, no de humanos.
-El machismo: propio de cobardes.
-La violencia: en cualquiera de sus manifestaciones.
-La tristeza: salvo casos puntuales.
-Las religiones: innecesarias y culpables, la mayor parte del tiempo.
-El bienquedismo: que con nadie bienqueda.
-Las despedidas: odiosas todas.