Es evidente que, en un informe económico, hay que poner el corte en algún sitio y las matemáticos sólo son números. Ayudas para los mayores de 45 años. Ayudas para los "jóvenes". Un concepto que baila, según las circunstancias, porque hasta hace poco el límite era 25 años. Para la cuenta joven en el banco, para becas, para acceso a la universidad.
No les ha quedado más remedio que subirlo a los 30. Y es entonces cuando hay que preguntarse a qué clase de exterminio nos quieren someter, a este tramo ciudadano de 31-44 años, la tierra de nadie. A los que ahora deberían estar formando su familia o haciéndola crecer. Los consumidores. Los potenciales clientes (ya que sólo somos números).
Lo admito: no he tenido suerte. Una familia pudiente, que me ha facilitado una buena educación, pero que nunca ha estado afiliada a ningún partido político. Como en el sueño americano, he tenido que hacerme a mí misma. El resultado es que otros compañeros de estudios tienen ahora (sí, ahora) trabajo en gabinetes de comunicación o en empresas subsidiarias de mandos del PP. Y tienen ya sus hijos y sus cosas. Yo he tenido que dar las gracias por contratos de auxiliar (becaria encubierta) con 30 años.
En alguna ocasión he disfrutado de "beneficios" políticos (que se los ha llevado el empresario, claro) como aquella campaña de incentivos para la contratación indefinida en jóvenes (una medida, por cierto, impulsada en mi comunidad por el PSOE, para que no digan que tomo partido en este bipartidismo). Un bonito contrato indefinido de 700€/mes, sí, hasta el cierre en quiebra de la empresa de un día para otro. En esa época, ahorré un montón. Sí.
Y luego está lo de "emprender". No sé a qué le llaman emprender, pero lo intenté en su momento con el famoso modelo 036 y los resultados fueron catastróficos. Cero euros después, cero tarjeta sanitaria y cero oportunidad de recuperar nada, por alcanzar la barrera de los 31.
El glamour fashion parece haber calado en los empresarios, mucho antes de sugerir mini-jobs, porque llevan tiempo sujetándose a las mágicas cifras. Piden un curriculo abultado de experiencia, conocimiento de idiomas incluído el suajili, el klingon y el élfico, manejo de ordenadores a nivel de Steve Jobs y la receta secreta de la Coca-Cola. Y aún con todos los requisitos bajo el brazo, hay que tener suerte para ser el elegido entre otros 895 aspirantes al puesto. Y cuando ya por fin, en un recorrido más prolongado que Frodo transportando el anillo, te sientas a la mesa de la entrevista, la respuesta es: ah, pero tienes 32 años.
Y estoy hablando de un puesto para dependienta de una tienda (y de comercial en Guachupinga Marketing, o en la Hamburguesería Mortadelo, o de repartidora de folletos para el Supermercado ComeCome).
Y estoy hablando que vivo de alquiler y no tengo hipoteca, ni tampoco tengo hijos (¿con qué dinero les daría de comer, si no tengo ni para mí?) y el arroz lo mismo se me pasa.
Y estoy hablando de que a veces voy a manifestaciones y a veces prefiero seguir el streaming desde mi ordenador, no porque sea una mala ciudadana pasiva, sino todo lo contrario. Porque me conozco y acabaría detenida por llevarme entre los dientes la oreja de un cuerpo de seguridad del Estado. Y de eso no me iba a librar ni el carnet de prensa en la mano. Tampoco tengo para las tasas judiciales.
Querido gobierno, queridos empresarios, queridos hijos de puta: vivo igual que con 24 años (los padres pagan la comida, que los abuelos están ya muertos) o con 23, 20, 17, y no me han salido arrugas. Por favor, quiero que me apliquen el régimen de lo que ustedes llaman joven.
¿Emprender? Cuando quieran, ya tengo preparados los informes necesarios para mi macroempresa multinacional, aquí en el cajón. Pongo los 45€ que hay ahora en mi cuenta y ustedes ponen el resto de millones necesarios. Me los dejan en un sobre en el buzón, gracias.
P.D. leído por ahí: "Cuando la gente no tiene nada que perder, se vuelve peligrosa"