Revista Diario
Mis hijos son la hostia. No es amor de madre, creedme.Lo digo con un cabreo intrínseco que me empieza en la punta del dedo meñique del pie derecho y me llega hasta el último pelo de la coronilla. Lo digo porque parece que tienen un radar. Y la noche pre-guardia - uno u otro - la montan a base de bien. Como si nuestras guardias no fueran - de por sí - lo suficientemente duras, encima, las empiezas con más ojeras que un mapache. No falla.Ayer, guardia. Anteayer noche, a las 4.00 AM, un grito desgarrador me taladra los tímpanos. El Terro.- ¿Qué te pasa? - pregunto desde mi cama. Puedo parecer una madre desnaturalizada por no levantarme corriendo a ver qué le ocurre a mi retoño, pero 6 años de gritos desgarradores te hacen ser precavida. No contesta. En cambio, oigo unos pasos apresurados por el pasillo y caen sobre mis muslos 25 kilos de niño a propulsión.- Tengo una pesadilla - dice, hiperventilando y con los ojos como platos.- Bueeeeno - lo abrazo - cálmate. Sólo es un sueño. Ven, vamos, que te acompaño a la cama.Pero - ¡Oh, horror!- el Terro se ha introducido, cual jueves, entre nosotros dos y se está acomodando en mi almohada.- Ah. no, no, no. Eso sí que no. - digo. De nuevo, puedo parecer una madre desnaturalizada, pero es que vosotros no habéis tenido que dormir con el Terro. Después de una hora, ser un puching-ball te parece un sueño difícil de realizar - Si quieres, yo me quedo un rato contigo, pero te vas a tu cama.Media hora de negociaciones después, mi santo pierde los nervios:- A dormir los dos, mecagoentoloquesemenea- Bueno - cedo, por la paz familiar - te quedas cinco minutos y luego te llevo a tu cama.Él se acuesta, contento de haber ganado la batalla y a los dos segundos empieza a resoplar. Yo espero media hora más, con su respiración en el cogote y recibiendo alguna que otra patadita a mis lumbares y, una vez que considero que ha pasado un tiempo prudente, me levanto, lo cojo en brazos y lo llevo a su cama. No acaba de posar la cabeza en la almohada cuando abre los ojos como el muñeco Chucky y dice:- Estos cinco minutos han sido muy cortos.Para mí, han sido eternos, pero cuento mentalmente hasta veinte para no estrangularlo:- Venga, cierra los ojitos.Él mira la ventana, se levanta como un resorte y grita a pleno pulmón:- Noooooooo, tengo miedooooooo- Pero, ¿miedo de qué? - le pregunto, desesperada.- De la ventana. Esta casa tiene demasiadas ventanas.Vaya, hombre. Lo recordaré la próxima - e improbable - vez que vuelva a meterme en obras.Total, que acabamos en mi cama de nuevo, para que los gritos no despierten a Susanita - porque entonces sí que la hemos liado. Él roncando. Mi santo roncando más fuerte. Y yo, con los ojos como platos. Sin pegar ojo hasta que suena el despertador para avisarme de que se avecina un maravilloso día de guardia.Os juro que al levantarme casi lloro.