"El trabajo de los escritores, digo yo, tiene mucho de común con aquellos pescadores árticos. El escritor tiene que buscar el río, y si lo encuentra helado, necesita perforar el hielo.
Debe derrochar paciencia, soportar la temperatura y la crítica adversa, desafiar el ridículo, buscar la corriente profunda, lanzar el anzuelo justo y después de tantos y tantos trabajos, sacar un pescadito pequeñito.
Pero debe volver a pescar, contra el río, contra el hielo, contra el agua, hasta recoger cada vez una pesca mayor."
(Neruda, Pablo, "Confieso que he vivido", capítulo 9, "Principio y fin de un destierro")