Pictura

Publicado el 20 febrero 2020 por Rogger

INICIO (EL ÁRBOL)
Antes de llegar a la esquina de Victoria con Maravillas
toma un pedazo de ánimo
y busca los hombros de los imanes.
Podrás ver sobre ellos el plomizo resplandor
y el cuaderno de tu designio.
Camina hacia la plaza que todavía se mece
sobre la madrugada.
En la primera hoja traza un gris y dos celestes,
bajo el mitema.
Deja tu alma bajo el árbol,
cuando la primera luz se esté desvelando.
Bebe su delicia.
Siente el tránsito tibio sobre el frío de tu garganta.
Tómate tu tiempo.
Luego, dóblala antes de guardarla.
UNO (EL AUSTRAL)
Desde el centro de la plaza mira hacia arriba.
Las casas se desperezan con tenues columnas de humo
y pregonan el desayuno.
Los techos entumecidos se adhieren a la luz.
En ese momento,
coloca cuidadosamente sobre el techo de la escuela,
dos trazos verde esperanza, tenues,
que conjuguen con el amarillo indio
de las calles.
Cuida que no hieran la buena fortuna ni el apacible despertar.
Luego, en un rito improvisado,
exhala, cierra los ojos y siente el aroma a tierra,
a cebada tostada, a cedrón.
Señala la página con una flor y pasa a la siguiente.
DOS (EL PONIENTE)
A la derecha,
brama el sordo motor del autobús.
Para osados viajeros es recomendable
un azul metálico, poco aceite, grueso,
de bordes promesa,
trinitarias violetas y amarillas en fondo púrpura.
Así suele describirse el adiós transitorio
al buscar el oeste ilusión.
Más tarde, cuando el destino haya cuajado,
se abrirán los demás tonos y aromas
en un mismo jardín.
TRES (EL ORIENTE)
Vuelve la mirada y,
sin detenerte en la vieja iglesia,
busca en el oriente los negros y vigilantes ojos.
No niegues tu propio asombro ante la magnitud.
Por siglos, quienes han pasado por aquí, han sentido lo mismo.
Mudez, turbación y dicha concurren inevitablemente
frente a este trozo de gloria.
No se recomienda aquí ninguna acción.
Incluso un trazo de blanco titanio,
con todo lo imperceptible,
podría corromper irremediablemente la escena.
CUATRO (EL BOREAL)
Brama el río.
Asómate a los balaustres de la plaza.
La otra banda,
la carretera, las vacas, las chacras,
el nostálgico puente bajo el molino.
No, no va con los tonos pastel.
Esto exige colores madera, bronce, esmeralda
y ultramar.
Usa espátula y decisión.
No cierres los ojos, mastica y deglute poco a poco,
que tu hambre de silencio se sacie con gratitud.
Después de que aire y sol lo hayan inundado,
dobla el vértice de la hoja
y siéntate en la glorieta,
donde podrás recuperar aliento y pulso,
sensación y memoria.
FINAL (LA GLORIA)
Antes de irte,
en la última página
traza un línea divisoria,
escribe a la izquierda una lista
y a la derecha otra.
Que pesen ambas igual.
Si hace falta, ponle un poco de sol,
de azul, o de ocaso en tiempo de estío.
No retires ninguna letra,
no borres ningún momento,
no transgredas ningún color.
El agridulce de sus naranjas crepusculares,
el dorado de sus cereales,
el violeta insuperable de sus campos de papas,
el almíbar de sus tiernos vientos,
sus cumbres frías y soberanas,
todo es irremplazable.
Después, créelo, ya puedes continuar.
DE: "POÉTICA DEL SER Y EXISTIR" Derechos Reservados Copyright © 2020 de Rogger Alzamora Quijano