Llegué con una intención, y me llevé una gran lección.
El miedo paraliza. El único modo de vencer un miedo es enfrentarlo. El asunto suena fácil de decir, parece una frase cajón que aparecería en cualquier libro de autoayuda. Sin embargo, llevarlo a la práctica es un poco más complicado.
Tras el encuentro con la anaconda, he tenido un despertar brusco, que hizo cambios radicales, cuando entré en la oscuridad más cerrada de mi subconsciente. Es un trabajo duro, personal e intransferible. No puedo recomendar nada a nadie, mi camino es mío y quizá a ti no te lleve a ninguna parte.
Camino a solas iluminada por la luz de mis visiones.
Ya comprendí que no puedo sugerir a otros mientras ellos siguen ensimismados en sus vidas. La vida de cada uno es un laberinto que se cree comprender cuando uno no está dentro, pero el que está ahí atrapado, debe decidir por si mismo si seguir dando vueltas ahí como un hamster, o buscarse alas para volar, y salir de donde está.
Las ceremonias ancestrales tienen una razón de ser. La guía del shaman. La asistencia de la comunidad. El fuego cual oráculo que muestra esas salamandras que se mueven y serpentean. Y la oscuridad, oh, la oscuridad, esa a la cual estaba tan acostumbrada mientras vivi en el útero de mi madre. El regreso a eso oscuro me llevó a recordar los latidos del corazón de mi mamá, y a agradecerle ese refugio que me dio, esa sangre, esa vida, y esa forma en la cual ella me educó. Todo surgió en la ceremonia, y los efectos continúan.
Es en la oscuridad que se revela lo que el subconsciente oculta.
Las plantas visionarias no son un juego. No son para “ver la música”. No son recreativas. Quien quiera tener una experiencia como esta con esas expectativas, mejor reconsidere. No soy nadie para dar cátedra, mi único consejo es no buscar en la psicodelia la diversión de un rave en Montañita. No despojar de lo sagrado de las plantas, ni sacarlas de contexto.
Perdón, compasión, humildad
Estas virtudes han sido mal entendidas por el cristianismo, o al menos yo las entendí muy mal. No hay que guardar rencor, no hay que ser compasivo con el que nos ataca, no hay que olvidar nunca que somos de la tierra, como cualquier otra criatura. Veo estas virtudes ahora a través de otro prisma.
El regreso a la vida real, en la urbe, los ruidos citadinos y el smog de los autos. No sé qué decir, es diferente. Ya no me espantan. Pero no puedo decir que me he curado de todos los límites que por ser Aspie había vivido por 45 años o al menos los últimos cuarenta que son los que recuerdo en cierta medida. Sin embargo, ya es un avance inmenso para mí el haber perdido el miedo a hablarle a la gente, en persona, por teléfono, ¡ya puedo comunicarme! Es un renacimiento.
Que suene el tambor, llegan los danzantes,
sembrando las plantas por todas partes,
…Y la curandera recuerda el poder,
de la madre Tierra que es una mujer.
Una mujer fértil, mujer abundante,
niña madre, abuela, la mujer danzante…
La espiritualidad no se compra, no se vende, no se transfiere, no se puede explicar. Se vive, y es un camino complejo. El mío está lleno de luces y sombras. Colores y negrura. Vibración y otras cosas que no puedo poner en palabras. El turismo shamánico conlleva el peligro de caer en manos de charlatanes, lo mejor es no forzar las cosas y esperar que la planta llegue a uno y no buscarla desesperadamente, pues no hay garantía de nada.
© 2018, Pitonizza Punto Com. Licencia de uso: Atribución-SinDerivadas CC BY-ND
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