Revista Literatura

Plata en la sangre

Publicado el 24 agosto 2013 por Alfredorodriguez

Plata en la sangre
Plata en la sangrePor Vicente Gallego 11 de Mayo de 2009
 “Cómo sonaba Benny Goodman aquella / noche, / cómo sonaba. / Plata en la sangre”; cuántas veces, a Felipe Benítez, a Carlos Marzal y a quien suscribe, se nos han venido estos versos a la boca entre el aroma imperial de la noche murciana, ardentísima de primavera, licores de toda catadura y amistad. En ellos cifra mi devoción la imagen entera de José María Álvarez, Júpiter de la metáfora hiriente, rauda, encorajinada, y almirante intrépido del buen vivir. Habría que contar por resmas el papel necesario para hablar del poeta grande y del gran amigo, y aquí tan sólo dispongo de unas líneas. Como recitador de sus propios versos, diré, sin más, que no he conocido sino a unos cuantos poetas que puedan irle a la mano, entre los cuales Francisco Brines, por no salirnos del mediterráneo y de los afectos personales, lo acompaña en el programa de mi tarde lírica a la carta.
Del hombre, tantas cosas: la elegancia, que no es cosa de corbatas, aunque las luzca como pocos; el empeño de vida; su sensibilidad de caracol que se duele en la caricia; esa lente de aumento que se gasta para levantar la perdiz de la belleza de entre los matorrales secos, y la caja de mixtos con que enciende sus habanos y procura prender el polvorín allá por donde pasa. A este viajero pertinaz, que se acuesta sobre la rosa de los vientos y al que debe darle cuerda por las noches el espíritu mismo de la brújula, a este ojo avizor, siempre ligero de equipaje, ¿quién lo seguirá entre los mortales en su búsqueda del confín? A no ser su estimada Carmen, ojos vivos de entusiasmo y singladura. El que no ha entrado en su casa, no sabe lo que cabe sin estorbo en una casa, y cómo puede colgarse en las paredes, mil veces y una más, un mismo corazón apasionado en cada exvoto. Si tuviera que quedarme con uno solo de sus libros, y no quiera nunca cegarme el ascetismo de tal modo, yo diría El botín del mundo; primero, porque ese título resume, como ningún otro de los suyos, el espíritu de su palabra y su aventura de corsario; y en segundo lugar, por lo que el libro dirá mejor que yo sobre sí mismo a cualquiera que se le arrime. Encasillado por la crítica de racimo y calendario en la escuela estetizante veneciana, casi no hay uno solo de sus poemas que no nos duela y embriague; todos llevan prendida su rosa de cardo y su vino de últimas. Esto es lo que hizo de mí, hace ya una friolera, lector de poesía, lo hondo que me clavaba su rejón y cómo aquel sangrar me daba luz y gusto a ciegas. Y esto es lo que sigo encontrándome al visitar los viejos versos siempre nuevos del amigo José María: allí me aguardan cada vez una celada y un camino, un caerme del tiempo para subirme al instante de la ráfaga detenida: “Benny Goodman sonó como nunca, / y aquel bar de repente fue una nave / que nos llevaba a todos nadie sabe a dónde, / pero juntos, unidos / y felices, / esperando ya sólo / la sonrisa de Atenea, / la Diosa de claras pupilas”.
Semblanza alvareziana del poeta Vicente GallegoExiliado en el arte. Conversaciones en París con José María ÁlvarezAlfredo RodríguezEd. Renacimiento, 2013

Volver a la Portada de Logo Paperblog